Clepsidra
Ni los más avezados brujos o clarividentes se habrían atrevido a predecir la caída de Lula da Silva, arrastrando en ella al Foro de Sao Paulo, una entelequia inventada y creada por él y Fidel Castro, para mancomunar a los movimientos de ultra izquierda del continente contra el neoliberalismo y su vil dependencia del imperio norteamericano, añadiendo que allí reinaría la igualdad, la libertad y la honradez.
A 16 años de aplicado ese experimento populista que gobernó a casi el 80% de los países latinoamericanos, vemos con estupor cómo se desmorona, ante la práctica de un asistencialismo desembozado en favor de sus prosélitos; de una economía subterránea basada en el narcotráfico y una corrupción de pronóstico reservado.
Comenzando por el régimen chavista y su socialismo del Siglo XXI, el Mono Mayor de esta aventura política, y acabando con la bipolaridad de la Sra. Kirchner, todos nos dejaron una estela de fracaso y ruina económica, al no haber sabido aprovechar la mejor coyuntura económica que se tenga memoria, gracias a los altos precios de nuestras materias primas.
Como era previsible, y como no hay inventor que no sea víctima de su invento, el otrora honrado tornero de Sao Bernardo Do Campo se ha visto arrastrado por la vorágine de las tentaciones mundanas, al adquirir una casa de campo de 173.000 m2, una superficie similar a 24 campos de futbol y un apartamento de lujo, propiedades supuestamente reformadas por las constructoras investigadas en el complot de corrupción y lavado de Petrobras, a lo que se suma, la trama Lava Jato y Zelotes, de la Policía Federal, que no solo amenazan con descartarlo de su ansiada disputa electoral de cara a 2018, sino llevarlo ante los estrados judiciales.
En una entrega anterior ya advertíamos sobre los infortunios que le esperan a ese bello país continente, llamado a ser la locomotora del progreso latinoamericano y, a las cuales se han sumado la famosa epidemia de Zika que ahora amenaza con la inasistencia de los Estados Unidos a las olimpiadas de agosto, precisamente para evitar esa epidemia. Estamos seguros de que dicha decisión afectará negativamente la realización de esa competencia deportiva y también de que la reacción de los gobernantes brasileños la atribuirán a un sabotaje del imperio contra el Brasil.
Entretanto, ante tanto escándalo protagonizado por Lula, al igual que lo está su sucesora en el poder, Dilma Rousseff, una encuesta de Ipsos indica que sólo un 25% de los entrevistados lo considera un tipo honesto y el 67%, que es tan corrupto como otros políticos. Entonces, el pueblo comienza a preguntarse: “¿Ese era el presidente que se hacía llamar el padre de los pobres”? y si ese es el altísimo costo que el Brasil debe pagar. En estos momentos en que se vive a media máquina el carnaval, una de sus fiestas más emblemáticas, estamos seguros que los brasileños desearían imitarnos, como lo hicieron con “La Lambada” y proceder a enterrar a Lula junto al Pepino.
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