Cristhian Jaime Titichoca Guzmán
Muchas culturas definen la infancia en términos de la edad cronológica, mientras que otras tienen en cuenta factores sociales, así pues, aun dentro de una misma cultura se plantea distintos umbrales de edad para el ingreso a la adultez: una edad para votar, otra para ingresar al mercado laboral, otra para obtener una licencia de conducir, otra para el servicio militar, etc. La categoría de “niño” es, sin duda, heterogénea, ya que las capacidades de una persona de 3 años son totalmente distintas a las de una de 8 años u otra de 15 años. El concepto implícito en casi todas las prácticas morales y legales es que el “niño” es una persona que no está desarrollada por completo, sino en vías de desarrollo y debido a esta condición subdesarrollada, es necesario que existan padres o tutores adultos que actúen en su nombre. La infancia es fundamentalmente diferente a la edad adulta, necesita ser comprendida y respetada como tal.
A los adultos se les confiere obligaciones especiales con respecto a los niños (protección, alimentación y educación) y por este motivo es importante el nivel de la calidad de la educación infantil que se brinda. Dada la riqueza y complejidad asociada al término “calidad educativa”, haremos referencia a ciertas características generales que permitirán comprenderla mejor. El término “calidad” proviene del latín qualitas que significa “cualidad”, por lo tanto, al hablar de calidad educativa estamos haciendo referencia al conjunto de cualidades, características o atributos centrales de la educación. La definición de “infancia” viene originariamente de la palabra latina infantia, que etimológicamente es un término compuesto por in (negación) y el participio del verbo faris (hablar) y significa “el que todavía no habla”, por lo que con la palabra infancia se empezó a hacer referencia a los niños pequeños que todavía no podían hablar.
En Bolivia una educación infantil de calidad debe tener como objetivo: El desarrollo pleno y el aprendizaje oportuno y pertinente de nuestras niñas y niños. Para ello requiere contar con: ambientes educativos enriquecidos y confortables donde las interacciones cognitivas, afectivas y el juego tengan un lugar central. Equipos de educadoras comprometidas, con gran vocación, competentes, reflexivas, en constante formación y en condiciones de trabajo adecuadas y además una estrecha relación y alianza con las familias y la comunidad.
La “educación infantil de calidad” es una herramienta de transformación social y un espacio donde niñas, niños y adultos se encuentran y participan juntos en la construcción de una sociedad boliviana más inclusiva, que ofrezca igualdad y equiparación de oportunidades para poder “vivir bien”. La calidad de la educación que recibe la infancia boliviana es lo suficientemente importante como para no dejarla exclusivamente en manos de las autoridades políticas.
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