[Mario Alfonso Ibañez]

La revolución que demandan los pueblos indígena-campesinos


Pedro Ignacio Muiba, líder indígena-campesino del Oriente boliviano, Apiaguayqui Tumba, líder guaraní, Túpac Katari, Bartolina Sisa, Zárate Wilka, Juan Chalco, líderes aymaras y muchos otros, deben estar sacudiéndose en sus tumbas ante la defraudación de los pasados gobiernos y particularmente del actual por no haber alcanzado hasta ahora sus esperanzas de vivir civilizadamente y trabajar la tierra con modernas técnicas a fin de lograr ingresos económicos suficientes y así mitigar su hambre y su miseria.

Nadie puede ignorar que el campesino fue sometido a la esclavitud durante la Colonia. Durante la época republicana fue pongo (esclavo) de las familias feudales o latifundistas y en los llanos orientales en igual condición los tuvieron los “karayanas”. Años después los partidos políticos para ganar su voto electoral los convirtieron en “pongos políticos” con promesas no cumplidas y ahora hacen lo mismo.

Los campesinos del altiplano siguen durmiendo en camas hechas de adobes, tienen altas tasas de morbi-mortalidad. Los campesinos de tierras bajas construyen sus viviendas hechas de barro con techos de motacú, beben agua de los “curichis” y siguen castigados por enfermedades tropicales infecto-contagiosas. Todos ellos del Oriente y del Occidente, apenas tienen los alimentos que ellos mismos producen o los que les da la naturaleza dentro de una economía de consumo. Carecen de agua potable y de riego para sus cultivos, son reducidas sus instalaciones de luz eléctrica, faltan caminos, escuelas, colegios y centros sanitarios.

Los gobiernos más se ocupan de satisfacer sus intereses personales y de grupo y se olvidan de las condiciones de pobreza y de miseria en que viven aquellos sectores sociales desafortunados y es por eso que gran cantidad de ellos abandonan su hábitat para dar lugar a la migración campo-ciudad y vivir en los cinturones de pobreza de las ciudades de nuestro país.

Hay una cruda realidad y es que el actual Gobierno sin medir sus consecuencias, ha lanzado amenazas inconsistentes a las ONG y a las instituciones de ayuda internacional que trabajan con desprendimiento, generosidad para revertir en gran medida la situación de miseria en que viven nuestros hermanos indígena-campesinos.

A esta altura de sus prolongadas penurias, es necesario que una Revolución Social, nuevas propuestas se dirijan, a soluciones tangibles que por muchos años no fueron atendidas.

Que se impulse programas formativos para inculcar la autoestima del campesino de tierras altas y de tierras bajas como agentes directos y promotores de la transformación agropecuaria de Bolivia. Que se les instruya sobre los derechos ciudadanos que les dio la Revolución del 9 de Abril de 1952, dentro de la Constitución y las leyes establecidas. Que se elabore un diagnóstico para identificar la vocación de la tierra donde viven para impulsar sus potencialidades agrícola y pecuaria. Que se impulse la educación y la formación humanística de la niñez y la juventud campesino-indígena para orientarlos a la formación familiar y a su trabajo fecundo a fin de crear en ellos condiciones de respeto, armonía en sociedad y vocación de servicio incondicional a la Patria. Que se los oriente en los valores asociativos del cooperativismo para que de forma conjunta sean “sujetos de crédito bancario” y así transformarse en productores agropecuarios para comercializar sus productos directamente en los mercados nacionales y con valor agregado para la exportación.

El Gobierno debería ejecutar políticas de Estado con la finalidad de efectuar una “Revolución de la Periferia al Centro” es decir, del campo hacia la ciudad para que la población urbana capte su valor como parte activa del desarrollo y el crecimiento económico del país.

No es que al Gobierno no le corresponda directamente mantener y construir caminos vecinales, por el contrario, es su obligación apoyar y concertar con las gobernaciones y municipios con el deseo de que los mismos se hagan realidad y lograr unirlos con las redes fundamental y secundaria y de esta manera, alcanzar la dinámica activa del comercio agropecuario.

Planificar estrategias sostenibles en salud y educación a largo plazo, con la construcción y funcionamiento de centros educativos y sanitarios para solucionar los graves males anotados líneas arriba y no simplemente por muestreo para ganar votos electorales.

Institucionalizar una interacción entre los productores agropecuarios y el sistema financiero a fin de facilitar créditos orientados a la producción con fiscalización multidisciplinaria y así garantizar los créditos y su correspondiente devolución y no suceda lo contrario, como en el caso del Fondioc.

Nuestros pueblos indígena-campesinos frente al tradicional engaño y promesas incumplidas, ya no quieren escuchar discursos narcisistas e incoherentes, ni permanentes amenazas de “felipillos” contratados para obligarlos a asistir a concentraciones orientadas a finalidades electorales.

La verdadera revolución a favor de los pueblos indígena-campesinos debe hacerse realidad y no moverse en medio de demagógicos enunciados puramente programáticos.

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