Hernán Maldonado
Estos días Venezuela se parece a un caldero en ebullición y el gobierno, en lugar de apagar la candela, lo que hace es meter más leña, descuidando levantar la tapa antes que el agua hirviente se desborde y queme a moros y cristianos.
En las largas colas que miles de venezolanos hacen desde el amanecer en todos los rincones del país en busca de alimentos, medicinas, repuestos, el grito es unánime: ¡Maduro, renuncia YA! Pero el presidente se hace el sordo y cree tener todo bajo su control.
La semana pasada se cumplieron 24 años de la asonada encabezada por Hugo Chávez. Cuando el caudillo vivía las celebraciones era tumultuosas. Esta vez la concentración fue raquítica. Miles de empleados públicos prefirieron irse a sus casas después de firmar su asistencia.
Maduro y su lugarteniente, el defenestrado ex presidente de la Asamblea Nacional (AN), Diosdado Cabello, pronunciaron discursos incendiarios y hasta ridículos. Ambos llamaron al pueblo a las calles, a rebelarse contra la Asamblea Nacional, ahora en manos de la oposición desde hace un mes en proporción 112-55 diputados.
“Hago un llamado a la rebelión, con el pueblo en la calle”, vociferó Cabello. Si ese llamado partiera, con muchísima razón, de las filas opositoras, toda la dirigencia estaría encarcelada. Ese es el tamaño del despropósito de los actuales gobernantes.
Por el momento la “rebelión” la encabeza Maduro al prohibir a sus ministros a comparecer a la AN para rendir informes, violando flagrantemente la Constitución. El vicepresidente Aristóbulo Isturiz cree que no debe ventilarse ciertos asuntos de Estado públicamente.
En realidad, lo que no quiere el régimen es rendir cuentas de miles de millones de dólares dilapidados en los últimos 17 años de gobierno chavista y que, según el ex ministro Jorge Giordani (por años ministro de confianza de Chávez), alcanza a la fabulosa suma de 300.000 millones de dólares.
Gran parte de ese dinero fue descubierto por autoridades bancarias de España, Andorra, Suiza y Estados Unidos. Cuál será la magnitud que se supo que China ha congelado depósitos de jerarcas chavistas como garantía de que cobrará $45.000 millones de préstamos.
Hace años, Chávez ordenó repatriar toneladas de oro en barras depositados en bancos londinenses, con el argumento de que no debían servir para enriquecer a extranjeros. Ese oro fue depositado en el Banco Central y nadie quiere dar cuenta de si todavía existe. Hace ocho días surgió un informe de la agencia Reuters en el sentido de que el régimen negocia parte de ese oro con el Deutsche Bank alemán.
El régimen está desesperado de dinero porque debe importar urgentemente alimentos y medicinas. Las actuales existencias podrían desaparecer en un mes. Los puertos, donde en años pasados llegaban mercaderías en decenas de barcos, están vacíos, una señal inequívoca de que el hambre llegará a extremos jamás vistos en Venezuela.
El liderazgo opositor baraja la forma de acabar con el gobierno de Maduro por vías constitucionales, pero hay indicios de que el oficialismo (que podría aligerar una transición pacífica y electoral con la renuncia de Maduro) preferirá hundirse con el barco aferrado a sus miedos. Muchos son los cargos que tendrían que afrontar sus jerarcas, y hasta en tribunales internacionales.
Las cartas, pues, están echadas. El juego no está para terminar empatado. La presión de la calle es inmensa para gobierno y oposición. Difícil es predecir lo que sucederá, pero sea lo que sea, ocurrirá más temprano que tarde. Lo vamos a ver.
El autor es periodista. Ex UPI, EFE, dpa, CNN, El Nuevo Herald. Por 43 años fue corresponsal de ANF de Bolivia.
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