[Boris Santos Gómez]

Integración energética norteamericana


Pasos concretos están dando México, Estados Unidos y Canadá para construir lo que denominaron “integración energética de América del Norte” en su reciente reunión de líderes políticos del sector energético de esos tres países, en Canadá (2016 febrero), dando continuación a la reunión que dio origen al “Memorándum de entendimiento de Información y Datos Energéticos de Norteamérica”, firmado por los tres ministros de energía de esos países en 2014.

Vale subrayar que Estados Unidos es uno de los más grandes demandante/consumidor de energía del mundo; entonces en ese su papel dual está abierto a tener fórmulas que permitan mejorar condiciones de producción, nuevos mercados (exportan después de mucho tiempo de no haberlo hecho, mejorar condiciones de dependencia de países del golfo, entre otros y mejorar su producción del shale gas/oíl por citar ejemplos); con Canadá ya tiene una integración comercial muy importante, siendo el último negocio -aún en puertas- del famoso ducto Keystone XL, que además de ser gigantesca obra es otro elemento de integración en el norte.

A ello hay que agregar México, quizá el “menor” de los tres, pero no menos importante. Será, sin dudas, un esquema de integración altamente importante y sus políticas serán -sino copiadas- por lo menos emuladas por el resto del hemisferio.

Están enfocados en ejes relacionados con recursos fósiles, electricidad y en la transición a energías renovables con miras a mejorar condiciones ambientales y de mitigación de efectos del cambio climático.

México (2014) dio un paso importante con su Reforma Energética que promovió apertura para inversiones privadas en sector eléctrico y de hidrocarburos, con modificaciones profundas al marco jurídico, regulatorio e institucional que permitió la transición de un modelo “cerrado” a uno abierto y crear mercados en hidrocarburos, gas y electricidad, en los que se permite la participación de empresas/capitales privados.

Los tres países están en búsqueda de fórmulas para implementar nuevos modelos de negocios que fomenten la competencia, la creación de mercados en hidrocarburos y electricidad, así como establecer reglas claras e instituciones políticas fuertes: en resumen, que los estados permitan la “mano” privada para mejorar, modernizar y abrir puertas, en vez de trancar o poner trabas, como “normalmente” se hace hoy en Venezuela o Bolivia.

Esos modelos están relacionados con oportunidades para emprendimientos privados -y también público/privados- para inversión en infraestructura para: transporte y almacenamiento de gas natural, desarrollo de sistemas de ductos y poliductos para envío de combustibles, construcción de terminales marítimas que incrementen la capacidad de carga (LNG) y estímulo a negocios en electricidad.

No se deja de lado estímulos a la creciente “industria” energética de energía eólica, solar, geotérmica, marítima y bioenergía, como “alternativas” a fósiles y que en algún momento, con más inversión, mejoras a tecnologías y reducción de costes, pueden ser competitivos en ciertos mercados demandantes de energía.

Sería una integración energética de alta gama, con capitales privados en juego, con mercados regulados y permitirá flujo de capitales para, por ejemplo, exploración/explotación de yacimientos no convencionales, off-shore en aguas profundas y mejorar condiciones de producción de crudo; especialmente con fórmulas que permitan afrontar la crisis de precios bajos del barril/petróleo.

Quizá el resultado de esta integración sea plasmada en una Carta Energética, como instrumento mínimo, marco normativo trinacional con reglas concretas de estímulo para mejorar inversiones, eficiencia energética, cuidado del medio ambiente, reducción de costes, innovación, inversión y crecimiento de proyectos shale y mercados eléctricos trinacionales; como continuación a su Memorándum de 2014.

Canadá, Estados Unidos y México tienen una visión muy clara en cuanto a competitividad en energías limpias e introducción de innovación tecnológica porque los tres países tienen sistemas de regulación avanzada, mercados eléctricos, proyectos para atender el problema de cambio climático. Bolivia y Venezuela deberían estudiar, entender y emular esos procesos de integración energética y aplicarlos a nivel hemisferio Sur, dado que Venezuela es una potencia petrolera y Bolivia una gasífera; bien podrían ser “motores” de este tipo de mecanismos de integración; pero primero deben cambiar de visión de país.

El autor es consultor del sector privado @bguzqueda

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