Esta campaña del referéndum del domingo próximo nos está llevando a situaciones que no se habían visto antes en la vida democrática nacional. Los adjetivos están a flor de piel y en boca tanto de mujeres como de hombres. La ira entre los contendientes es notoria, lo que confirma que Bolivia se ha polarizado políticamente y que ya no se puede hablar de un bando mayoritario, sino de dos perfectamente balanceados.
Cualquier tema que se menciona tiene una inmediata respuesta siempre cargada de munición gruesa. Es el caso de la investigación y la correspondiente denuncia que hizo Carlos Valverde sobre el “affaire” de S.E. con la señora Gabriela Zapata, que tuvo como resultado natural el nacimiento de un niño. Valverde anunció desde su canal de esta situación (que en Bolivia no es anómala), pero incidió en lo realmente importante: el presunto tráfico de influencias y abuso de poder que le dio réditos a la pareja de S.E. en la empresa china CAMC.
El oficialismo no encontró nada mejor que soslayar el tema importante, es decir los negocios con la empresa de marras, y rasgarse las vestiduras pretendiendo enjuiciar a Valverde y clamando porque “la derecha” estaba utilizando a un niño fallecido como parte de su campaña con miras al referéndum del domingo. Todos los portavoces del MAS aparecieron hablando del niño y de lo inicuo que era aquello. Cuando lo cierto es que nadie en Bolivia supo de aquel hijo de S.E. y mucho menos que el infante hubiera muerto.
Quien se refirió con mayor pasión al tema fue el Vicepresidente, expresando que eso era “asqueroso e inmundo”, que no se podía utilizar a un niño muerto para atacar a S.E. Por supuesto que subió la marea política y ahora donde se oye hablar a algún masista, ya sea ministro, parlamentario, o militante callejero, no se refieren sino a este drama que ha surgido de los “termocéfalos” estrategas del MAS.
La gente no puede pasar como si nada las arengas de odio que hizo el Vice a los niños de las escuelas de El Alto y de otros lugares del país. Niños que están aprendiendo a leer y que ya empiezan a odiar a un fantasma que se llama “la derecha” y que no saben si es un monstruo que devora crudos a los niños o qué. Pero, además, el Vice alienta a los impúberes a “que se pongan los cartuchos de dinamita” y echen a patadas a presuntos imperialistas. Sabemos muy bien que “ponerse cartuchos de dinamita” es para suicidarse matando, al estilo del yihadismo islámico. Es una invocación temprana al suicidio y al crimen.
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