Guillermo Miller, Oficial de los ejércitos libertadores, inglés de nacimiento, había combatido al lado de Wellington contra de los ejércitos napoleónicos.
Llegado a la América se enroló en los ejércitos argentinos al mando del Gral. José de San Martín, cruzó los Andes, y estuvo en las importantes batallas de Chacabuco y Maipú, que dieron la libertad a Chile.
Después de la entrevista de Guayaquil, quedó bajo el mando del Gral. Simón Bolívar, quien después de Junín y Ayacucho fue ascendido al rango de Mariscal.
Ingresó al Alto Perú, y participó en la creación de Bolivia.
El Gral. Miller, hombre muy estudioso y preparado, escribió una biografía sobre el Libertador, una de las más completas.
El Mariscal Antonio José de Sucre lo nombró en 1825 prefecto de Potosí. La milenaria ciudad tenía aún bastante abolengo y dinero, fruto de sus minas.
Con tantos años de estadía en Suramérica, el castellano del General era bastante fluido, pero el acento inglés era muy fuerte, por lo que en sus maneras de cuartel, las palabras de enojo que dirigía a sus oficiales y soldados eran en inglés: ¡God Dam!
El Gral. Miller era bastante apuesto, simpático y agradable para las bellas damas potosinas, sin embargo el sector godo potosino, vale decir las potosinas adictas a España, no lo miraban con buenos ojos.
En una oportunidad en que se le encabritó el caballo, en una de las angostas calles potosinas, el estruendo fue tal, que salieron a los balcones tres damitas potosinas, que habían sido hijas de un militar español, muerto en combate por las fuerzas patriotas.
El balcón de las citadas potosinas y su señora madre, se encontraba justo encima del jinete, que luchaba con el noble bruto. La madre gritó desde su balcón, “abur, abur, corre gringo, pícaro y mercenario”, seguido por el corrido de sonrisas de las hijas.
Miller detuvo su cabalgadura, y contestó: “lo de gringo es cierto, lo de pícaro y aventurero no está probado, pero lo que es una verdad más grande que la Biblia, es que ustedes, son feas, viejas y pecadoras”, ¡God Dam!
Pero aquí viene el adagio, que dice: De esta agua no beberé,
Pues más tarde el General quedó enamorado de una bella y hermosa potosina.
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