Las exhortaciones del Papa en oportunidad de su visita pastoral a México sobre el “combate” al narcotráfico, si bien dirigidas a la Iglesia del hermano país son también un llamado de atención a sus autoridades, pero contienen un indudable valor para el resto de Latinoamérica, tan involucrada en este detestable comercio. No hay duda de que las exhortaciones papales son una oportuna clarinada a nuestro país y a sus esferas de control y lucha contra el narcotráfico.
En la catedral de la capital mexicana, el Pontífice católico pidió “no minusvalorar el desafío del narcotráfico” y puso de relieve el volumen y la extensión del fenómeno en el territorio azteca, así como la violencia que trae aparejado. Si se analiza esta ponderación en su justa medida, debería convocarnos más que a una reflexión a acciones drásticas y concretas de liberación de este terrible mal que hinca sus garras en nuestro medio. El Oriente del país es una plaza de proporciones claras e identificadas del ilícito, mientras el Occidente no se encuentra muy a la zaga. El Alto es un referente, donde no es raro encontrar factorías de cocaína en las viviendas y hay pueblos fronterizos en el Altiplano que sirven de refugio tanto a contrabandistas como a narcotraficantes.
Cómo no ha de preocupar en extremo la intervención que se hace en el Perú a cientos de avionetas de matrícula boliviana, portadoras de considerables alijos de cocaína. Es obvio que se transporta droga al Perú y también se la recibe. Hasta ahora se nos tenía solo como “país de tránsito”.
Lo dicho no es exagerado ante la interceptación de sendos contenedores en Santa Cruz y Yacuiba no hace mucho, cargados con 8 toneladas de clorhidrato de cocaína camufladas con sustancias minerales, procedimiento que registró tan solo un detenido y puso en evidencia a la empresa Tafotexbol. Este cargamento equivaldría a 640 millones de dólares. Toda versión de que no estamos tan involucrados como otros países del continente, suena a simple consuelo y disimulo. Prácticamente a diario la Felcn descubre fábricas del alcaloide o se incauta de cantidades importantes, lo que indica que la producción es enorme.
El viceministro Cáceres, de Defensa Social, ha reconocido con un eufemismo que tenemos emisarios de cárteles de Brasil, México y Centroamérica. No se conoce el verdadero contenido del informe de inteligencia procedente del Brasil que dio lugar a dicho reconocimiento.
Por la insuficiencia de controles fronterizos se cuelan a discreción delincuentes y narcotraficantes extranjeros. Los ajustes de cuentas están a la orden del día. Las poblaciones fronterizas del Oriente son frecuente escenario de asesinatos. Los sicarios se pasean impunes por las mismas. No es poco que el Gobierno argentino destine 800 efectivos para controlar su frontera con Bolivia. Ningún esfuerzo de defensa social que, indudablemente existe, es suficiente frente a este creciente fenómeno que nos ubica como un centro distribuidor de droga, favorecido por la posición estratégica del país. El ejemplo de México es una invitación para empeñarnos a fondo en no replicar tan devastadora experiencia. Este tipo de desafíos debería concentrar la máxima atención del Estado, absorbido ya tanto tiempo por la política.
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