Fredy Villagomez Guzmán
Las fiestas de carnaval se celebraron de manera pomposa, con demostración de comparsas, fraternidades, carrozas, mucha alegría, pero paradójicamente con mucho derroche de agua cuando muchos agricultores en varias zonas del país no pudieron cultivar productos o los que cultivaron no germinaron por falta de precipitaciones fluviales. En áreas rurales del altiplano y valles, por las escasas precipitaciones causadas por el fenómeno de El Niño y el cambio climático, se están secando manantiales, bofedales, ríos y lagos poniendo en riesgo no solamente la subsistencia de poblaciones indígenas sino también la crianza de la fauna silvestre y otros seres vivos.
Esta problemática que vive el país, principalmente en las áreas rurales, debería ser un momento de profunda reflexión con el fin de identificar nuestras vulnerabilidades para enfrentar estos fenómenos que se presentan de manera más recurrente, pero, principalmente, para rescatar y fortalecer prácticas resilientes que han adoptado las familias campesinas para enfrentar las alteraciones del clima; y a partir de estas experiencias concretas que están teniendo resultados, desarrollar políticas públicas integrales de manejo y uso eficiente de los recursos hídricos que cada vez son más escasos.
Esta importante temática para la reproducción de la vida y de la naturaleza no está siendo considerada en su verdadera dimensión, además está siendo desviada y eclipsada por el carnaval electoral para el referendo de modificación del Art. 168 de la Constitución Política del Estado que permitirá la reelección de Evo Morales/Álvaro García por tercera vez consecutiva.
La cosecha, el cuidado, la crianza del agua y la agricultura bajo riego son prácticas tradicionales desarrolladas desde varios siglos atrás por campesinos e indígenas, no solamente para la producción de alimentos sino también para la reproducción de la vida. La agricultura bajo riego es una alternativa para enfrentar los fenómenos climáticos, principalmente la sequía, es una práctica o forma de agricultura todavía muy reducida a pesar de las inversiones por parte del Estado y las instituciones privadas de desarrollo.
Hay avances y aprendizajes importantes en la construcción de infraestructura para la cosecha de agua (atajados, aljibes, pozos profundos, represes), en sistemas y técnicas de riego (asperción, goteo, producción en invernaderos), pero alcanza a una pequeña parte de la población rural. Según los resultados parciales del censo agropecuario de 2013 la superficie bajo riego sería de 247.137 has, que hacen el 9,8% de la superficie cultivada en verano. La agricultura bajo riego es clave no solamente para enfrentar la sequía sino también para diversificar la producción, generar mayores rendimientos, mayores ingresos para la familias campesinas e indígenas y, en alguna medida, evitar la migración del campo a la ciudad.
Desde el Estado no se ha desarrollado una política agresiva para transformar el sistema de producción agrícola de secano a riego que implique mayor inversión, hay avances importantes como el programa Mi Riego y proyectos de riego y micro riego de los gobiernos subnacionales, pero no son suficientes como para transitar de secano a riego. A fines de 2015 se promulgó la Ley de la década del riego 2015-2025 “hacia un millón de hectáreas” para ello tendrán que desarrollarse políticas y programas que involucren a los distintos niveles del Estado; por otra parte, en el Plan Nacional de Desarrollo Económico 2016 a 2020 se pretende ampliar la superficie bajo riego de 362 mil a 700 mil has.
También se habla mucho de la construcción de represas con inversiones multimillonarias no para la producción de alimentos bajo riego, sino para la generación de energía eléctrica para la venta a los países vecinos, la agricultura campesina que involucra a la tercera parte de la población no es fuente de inversión y construcción de represas, probablemente se considera como no transable para la generación de recursos y divisas.
Consideramos que la agricultura bajo riego es central para enfrentar el cambio climático y a los fenómenos naturales que se presentan con mayor fuerza y son impredecibles, pero también para garantizar la seguridad y la soberanía alimentaria que permitiría contrarrestar la importación y contrabando de alimentos. Los campesinos e indígenas que cultivan alimentos bajo riego, a pesar de la sequía, están cosechando sus primeros productos y cosecharán en los próximos meses garantizado la subsistencia de sus familias, en algunos casos, incluso tendrán para vender. Si no replicamos y ampliamos estas prácticas que funcionan y son sostenibles seguiremos en el círculo vicioso de declarar año tras año zonas de desastre y los campesinos e indígenas dependerán siempre de las donaciones y obsequios. Pero también es fundamental recuperar prácticas de cosecha, cuidado y crianza del agua desarrolladas por campesinos e indígenas combinando con técnicas modernas para el uso eficiente del agua.
El autor es técnico de la Unidad de Acción Política de CIPCA.
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