San Francisco y la Cuaresma

Señor Director:

Cuaresma es un periodo anual de 40 días que precede a la fiesta de Pascua. Fue instituida por la Iglesia para la oración, ayuno, penitencia y limosna. En esta solemne temporada se invita a los fieles a renovar sus corazones, a mortificar sus apetitos y a elevar su vida espiritual imitando el retiro de Jesús N.S. en el desierto, y contemplando los misterios de su pasión.

Según San Jerónimo, se debe atribuir a la Cuaresma un origen apostólico. Nos podemos remontar al Siglo II y hallar a la Cuaresma como práctica universal de la Iglesia. En Cuaresma se da preponderancia al rezo del Vía Crucis, se suprime varios elementos alegres en la liturgia, no se dice el Gloria ni el Aleluya. El periodo de Cuaresma está prefigurado en los cuarenta días de ayuno observados por Jesús, Moisés, Elías (Mat. 4, 1-2; Ex. 24, 18;3 Reyes 19, 8).

Cuaresma es un tiempo de penitencia que nos recomienda San Francisco de Asís, para una reconciliación con Dios, los hermanos y la madre Naturaleza. Es tiempo para confesar los pecados cometidos, para luego comulgar en Pascua de resurrección. Recordamos que San Francisco lo hacía constantemente.

No somos eternos, sino pasajeros y peregrinos en esta vida. No seamos insensibles ante el dolor ajeno, ante el sufrimiento de los hermanos pobres. Pensemos en enriquecer el alma y el espíritu, en adquirir buen conocimiento de la palabra de Dios, en dar amor al enemigo, comprensión a los que nos rodean y una sonrisa a quienes la necesiten en este mundo.

Que el Espíritu Santo obre en nosotros su renovación como en la Iglesia. Es bueno tener presente la figura de San Francisco, para contemplar las cosas maravillosas que el espíritu del Señor puede obrar en aquellos que se ponen incondicionalmente en sus manos. Cuaresma es el camino pascual de reconciliación y perdón que nos ofrece Dios en este año de la misericordia. La peregrinación nos exige esfuerzo, decisión, coloquio con los demás hermanos de la comunidad y conversión con amor.

Es bueno tener presente la figura de San Francisco, para contemplar las cosas maravillosas que el espíritu del Señor puede obrar en aquellos que se ponen incondicionalmente en sus manos.

David Espejo Quisbert

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O.F.S.