Degradación de la política

La política es una ciencia y a la vez una práctica, a través de las distintas formulaciones ideológicas que pueden ser creadas. Pero en ningún caso tiene que ser degradada a niveles delictivos.

Las diferencias políticas deben ser ventiladas en la controversia ideológica y en la forma de ponerlas en el servicio público, puesto que esta es la única finalidad que tienen para justificarse.

Desgraciadamente, en el país se está produciendo una trágica adulteración de sus contenidos, que nacen de la creatividad humana y se manifiestan en unos casos en la administración de los intereses públicos y en otros de fiscalizar las acciones que se desplieguen en ese orden. En caso alguno confundir con la violencia y mucho menos caer en la delincuencia.

Aquello de infiltrarse en una manifestación de padres de familia, que sólo demandaba mejores condiciones para la educación de sus hijos, y convertirla en vandalismo merece la mayor condena y repudio general. No puede ser que las diferencias políticas caigan en la delincuencia y el terror.

Quemar nada menos que la Alcaldía de una de las mayores ciudades del país cae en el basurero de la historia nacional. Peor todavía, cuando su finalidad es de abierta búsqueda de pestilentes objetivos de interés individual. Pues, los infiltrados, después de quemar parcialmente el inmueble edilicio, se dirigieron expresamente al lugar donde se archivaba la documentación que imputa de diversidad de delitos a ex funcionarios municipales. Por algo un ex alcalde está en la cárcel, aunque sea con carácter preventivo.

Resulta además indignante que se quiera efectuar una monstruosa tergiversación de lo ocurrido, diciendo que todos los desmanes desatados en el municipio alteño fueron un auto atentado. Otra vez se ofende a la inteligencia de los paceños, puesto que tal recurso se ha tornado en frecuente forma de encubrir delitos propios.

Aparte de que en sí mismo todo lo sucedido en El Alto cae en los abismos tenebrosos de la transgresión, al extremo que ni siquiera se repara en que causó seis muertos y heridas a 18 personas, al margen de los daños inferidos a los bienes públicos, tiene magnitudes ignominiosas para distraer la atención social sobre el tráfico de influencias en el caso de la empresa china CAMC.

La opinión pública está en conocimiento pleno de los pormenores de todo lo acontecido acerca de ello y, presumiblemente, tiene ya un juicio formado para ponerlo de manifiesto en el referéndum de este día. En consecuencia, el vandalismo desatado en El Alto no le va hacer cambiar de opinión. Más bien, lo más probable es que le refuerce en la aversión que tiene de sentir a las formas ilícitas de conducir los destinos de la Patria.

Sin embargo, puede haber una salvedad. Que predominen los intereses mezquinos de carácter individual sobre las superiores conveniencias nacionales. No se justificarían, pero sería otra forma de desvirtuar lo que es la política en los más acendrados valores que posee.

Entonces, sólo queda hacer una apelación a Dios, para que no desampare a Bolivia y a la nobleza de la inmensa mayoría de los hijos que tiene, puesto que éstos únicamente ansían vivir en paz y en sana y fructífera armonía.