El estado de salud de la población boliviana ha ido mejorando en alguna medida a partir del momento en que el país empezó a gozar de los beneficios de los altos precios de las materias primas que, providencialmente, registró el mercado internacional. Gracias a esa alza de dichos precios, no solo mejoró la salud pública, sino también se redujo la pobreza, fenómeno que hubiese sido imposible sin las altas cotizaciones.
La abrupta subida de los ingresos del país por las exportaciones de gas y algunos minerales, originó que el Estado disponga de ingresos extraordinarios, muy superiores a los que se registraron el siglo pasado y principios del presente. Esos cuantiosos ingresos sirvieron para financiar diversos bonos para algunos sectores de la población, así como obras públicas, algunas de ellas de carácter faraónico y otras de simple inversión. Se puede asegurar que sin esa subida de los precios de los recursos naturales hubiese sido prácticamente imposible que mejore la salud de la población, se reduzca la pobreza y se construya algunas obras de interés social y estatal.
En esa forma, la afortunada suerte del régimen actual tuvo éxito no por factores internos, sino por factores externos y como aquellos no progresaron y solo se dependió de beneficios externos, la presente situación del país se encuentra en dificultades, sin poderse pronosticar con precisión lo que vendrá con posterioridad.
En esa situación de prosperidad basada en factores internos, algunos “economistas”, alterando el orden de los factores y en actitud de jactancia, aseguran que la prosperidad del pasado decenio se debió a determinadas políticas propias, pero no a causas externas. Así estarían gozando de perdones con avemarías ajenas.
En esa política de bonanza con base en causas de origen externo, el año pasado el Gobierno anunció que con objeto de beneficiar la salud popular, construirá 46 hospitales de cuatro niveles en diversos distritos del país, entre ellos Cochabamba, Tarija, etc. y que para ello dispondrá de ¡1.624 millones de dólares!, cuya financiación todavía no ha sido asegurada.
Pero, vayamos a que esa utopía se haga realidad. En efecto, el cuerpo médico boliviano se pregunta ¿con qué médicos, enfermeras, personal administrativo, técnicos, funcionarios burocráticos se atenderá esas 46 entidades hospitalarias? Además, ¿existirán los fondos necesarios para atender las necesidades de medicinas, los salarios de ese personal? Es más, la gente se pregunta de dónde podrán salir unos dos mil médicos para atender a una población que enfrenta cada vez más enfermedades y no tiene recursos para comprar medicinas. ¿Tendrán que venir de Cuba?
Nos encontramos, por tanto, frente a un dilema difícil de resolver, pues la oferta de los 46 hospitales es una utopía, una posibilidad difícil o imposible de volverse realidad, por lo que el cuerpo de médicos del país tiene sus observaciones y preferiría que a cambio de esa ilusión se programe un plan realista y se dé preferencia a la atención de los actuales hospitales que existen en el país y que se encuentran poco menos que en ruinoso estado.
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