Chile impuso el Tratado de 1904

El Tratado de Paz y Amistad redactado en Santiago fue enviado a Ismael Montes y pasó al Legislativo. Lo indignante de esta lamentable negociación, de la suscripción propiciada en Chile, es que a tiempo de enviarlo al Parlamento para la aprobación, no se dio a conocer, simultáneamente, el tratado secreto que se había conocido y aprobado junto con el de la entrega del Litoral. El gobierno de Montes se prestó en esa oportunidad, como si Bolivia hubiera estado percibiendo ventajas o conquistando tierras ajenas en vez de cederlas o convenir en ayudar a Chile para legalizar y consolidar la otra usurpación, Tacna y Arica.

Ciegamente los negociadores se entregaron al juego y convencieron al gobierno de Montes para que aceptara esta propuesta, no solo innecesaria para Bolivia, sino también humillante, inmoral, porque perjudicaba a nuestro aliado el Perú, tan perdidoso como Bolivia con la invasión, la injusta guerra y la posterior cesión de territorios y costas. La imposición no correspondía. Se estaba acordando la paz y la venta del Litoral, no el caso chileno-peruano y menos la otra suscripción, pero el gobierno de Montes convino y se firmó el ominoso tratado el 20 de octubre de 1904 en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile con intervención del plenipotenciario boliviano Alberto Gutiérrez y Emilio Bello Codecido, ministro chileno.

El documento expresaba: el gobierno de Chile se obliga a entregar al gobierno de Bolivia la cantidad de 300 mil libras esterlinas “en dinero efectivo”. Para imponer este tratado, Montes subordinado a Chile, empleó la persecución y destierro de quienes se oponían a la suscripción del infame documento. Más de dos mil personas buscaron refugio en Argentina y otras 500, políticos, periodistas, catedráticos, escritores, intelectuales y artesanos fueron encarcelados.

Finalmente, llegó el día en que el Congreso debía decidir con su voto, si la entrega del Litoral se haría efectiva o se salvaba la dignidad, la extensión territorial, negando la vigencia del tratado. En el país se vivía la angustia de la espera, entre la esperanza de una reacción digna de senadores y diputados y el temor a la claudicación de éstos ante la presión, la violencia desatada y la compra de conciencias.

En ambas cámaras se discutió, oponiéndose a la aprobación, pero el sector oficialista, más la falta de valor civil de algunos representantes por el miedo a represalias, dieron la aprobación por muy escaso margen al Partido Liberal, cuyo jefe era Montes. Hubo lágrimas en el Parlamento. El desconcierto y la indignación dieron paso al escepticismo hasta que recién al año siguiente -febrero de 1905- el expediente humillante y doloroso se conoció en todo el país. El Tratado de 1904 fenecía el 6 de diciembre de 2013 como plazo constitucional. Si no se hubiera cumplido, Chile podía haber utilizado el tratado suscrito, como argumento para convalidar la usurpación de 1879.