[Alberto Zuazo]

Punto aparte

Situación bochornosa


Es muy deplorable lo que sucede al presente en el ámbito público del país, cuando se ventila, con cúmulo de detalles, una situación bochornosa. La buena imagen del Jefe de Estado está quedando muy mellada, lo que es de sentir. Obviamente, nadie puede dejar de inquietarse por lo que ocurre en torno suyo. Al fin de cuentas, es un ser humano con debilidades, como cualquier otro.

Empero, es también cuestionable la forma en que manejó sus asuntos privados. Nunca debió mezclarlos con la alta función pública que detenta. Ese es el error que íntimamente debe reconocer. No es apropiado que su entorno pretenda crear confusiones, atribuyéndole a la oposición poco menos como si fuera la responsable del bochorno, incidiendo además en la rebusca de detalles con los que se quiere descargar presuntas inferencias.

Resulta mucho más inadmisible que se trate de desprestigiar a personalidades de la política nacional, citando vínculos que pudieran tener con personas a las que se intenta endosar forzados compromisos de mala relación o algo parecido al respecto.

Con estas presuntas inculpaciones lo que se está haciendo es dañar honras de personas que son inocentes en el tema que acapara actualmente la atención pública. Con ello, no puede suponerse que van a desviar la atención social hacia otros escenarios, cuando el protagonismo en el caso está en el nivel más alto de las jerarquías nacionales.

En las circunstancias ingratas que se han producido tampoco es honorable buscar supuestos chivos expiatorios. En el problema que atrae la preocupación nacional lo más apropiado es echar baldes de agua fría, en vez de encender más fogatas e incendios con lo que tiende a buscarse otras víctimas, cuando las “papas queman”.

Este no es el mejor camino, hay que buscar otros que sean positivos, que procuren apagar o aquietar impulsos dirigidos a agravar las cosas.

En este sentido, resulta penoso que se esté descargando culpas en una persona que pudo haber incurrido en excesos y desafueros, pero que no son para que, en castigo, se llegue incluso a someterla a las penalidades de la reclusión carcelaria. Al final de cuentas, es una mujer que tiene en su hogar una niña de cuatro años que requiere estar rodeada de todas las atenciones y gratificaciones de su madre.

Ante la presunción o evidencias de que cometió faltas graves que merecen ser dilucidadas en la justicia, lo apropiado es abrirle una causa judicial que cumpla con todas las normas de rigor para su desarrollo, pero que no empiece con la precipitación de colocarla detrás de rejas. Este es un exabrupto y una forma irracional de buscar al chivo expiatorio.

En este punto, muy lamentablemente, no cabe el ensañamiento brutal de saldar cuentas aprovechando la capacidad que se tiene de disponer de los medios más arbitrarios que pueda imaginarse para acallar y castigar a una persona con la que se tuvo aproximaciones emocionales y materiales tan estrechas.

En trances tan insospechados, es mejor guardar equilibrio y consideraciones sociales y humanas. Al formar parte del círculo cercano al poder, no es dignificante prestarse a cumplir tareas tan indeseables, como las de pretender endilgar supuestos malos vínculos, con la agravante de darle características perversas, poco menos como si ellos tuvieran relación con mafias o gente que se desenvuelve al margen de la ley.

El ejercicio de la política no puede descender tanto, hasta encharcarse en calumnias y perversidades. La política es una ciencia y quienes deciden desenvolverse en este marco, tienen que hacerlo en el plano de las ideas y no del insulto y la infamia. Los que creen que con esta manera insidiosa de actuar están ganando puntos de prestigio y credibilidad se equivocan rotundamente. Más bien, lo que consiguen es todo lo contrario, pues no es posible que presuman que la opinión pública nacional está constituida por tontos o imbéciles. En todo caso, es una agresión que infieren a su inteligencia y al espíritu de ponderación que posee el ser humano, sea cual fuere su sitial social o económico.

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