Problemas de alcoba y problemas de Estado


 

Se comprueba de manera objetiva que la esfera política del país se encuentra poco menos que en situación convulsiva, como resultado de una administración caracterizada por el libre albedrío gobernante. La realidad nacional ha desembocado en una crisis extremadamente complicada, en la que se encuentran factores económicos, sociales y políticos. Es más, ese estado de cosas es agravado por las partes en conflicto o, dicho en otros términos, “todos echan leña al fuego”, sin medir consecuencias.

Una cadena de graves denuncias tiene alarmado al pueblo boliviano. Empezó con el caso del negociado chino con una fracción del ferrocarril Bulo Bulo-Montero, al que le siguió el caso de la ex novia del presidente Evo Morales, la carencia de títulos profesionales del Vicepresidente, las suposiciones de un tráfico de influencias oficial con una poderosa empresa estatal china (que tiene contratos por cerca de 600 millones de dólares para algunas obras de magnitud en Bolivia) y, finalmente, el escandalete doméstico de un niño, producto de relaciones entre el primer mandatario y una joven cochabambina implicada en el oscuro affaire.

Ese cúmulo de alborotos culminó con la derrota que sufrió el partido gobernante (MAS) en el referéndum del 21 de febrero pasado, dirigido a modificar el artículo 168 de la Constitución, resultado electoral que, pese a sus deficiencias, puso al desnudo los enormes déficits políticos que sufre el aparato gobernante y que le han puesto en el borde del abismo.

La crisis política que estalló en esa suma de hechos, en gran parte vergonzosos, se acentuó por la participación inoportuna de las partes implicadas, en especial por el problema destapado por la señora Zapata, es decir los extremos emitidos por los denunciantes y los denunciados. En efecto, en vez de atenuar el escándalo, el problema fue profundizado, pero más por la intervención inoportuna de los funcionarios y los medios oficiales y oficialistas que, carentes de sindéresis, ayudaron a que se “destapen” supuestos actos irregulares y crezcan como bola de nieve bajando por la pendiente.

Se empezó, entonces, a poner en debate asuntos de alcoba a cual más íntimos, afectando las testas coronadas de la política boliviana y ni qué decir a toda la población y el prestigio mismo del país que, de súbito, se vino abajo y lo avanzado cayó por los suelos en un santiamén. Todo ese maremágnum fue producto de confundir los asuntos de alcoba con asuntos de Estado y, a la vez, escuchar las declaraciones impertinentes de algunos ministros y ministras dedicadas al culto a la personalidad, campaña en la que, cerrando con broche de oro, intervino el mismo primer mandatario que, perdiendo la perspectiva política, acudió públicamente en su autodefensa, tema que, por supuesto, debió ser dejado a las autoridades pertinentes.

Finalmente, en medio de la desesperación (que es mala consejera) los errores de la defensiva terminaron provocando que el asunto estalle como una de los escándalos más bochornosos de la historia contemporánea boliviana, con increíbles repercusiones en los propios protagonistas y medios internacionales en todo el orbe, inclusive en La Haya.

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