Según documentos que cursan en los archivos secretos del Vaticano, tras la cruenta guerra de la independencia que llegó a interrumpir las comunicaciones latinoamericanas con la Santa Sede, la naciente república nominada inicialmente “Bolívar”, por mandato del Mcal. de Ayacucho fue la primera en establecer relaciones diplomáticas con el Vaticano por intermedio de la nunciatura en Madrid.
Pocos años más tarde, el 15 de octubre de 1830, esta misma nación tuvo el privilegio de acreditar al Libertador como su primer Embajador Extraordinario y Plenipotenciario ante la Santa Sede, por considerarlo representante natural de todas las repúblicas latinoamericanas en Europa, alegando que “nadie trabajará allí con celo más ardiente por su bien como él mismo, que arrancándolas de un coloniaje humillante pudo colocarlas en el rango que justamente ocupan. Bolivia le debe más particularmente su existencia política como nación, un empeño entusiasta por su conservación y el cordial título de Hija con que la saludó el día de la América cuando fue absolutamente emancipada”.
Paralelamente, el presidente constitucional Andrés de Santa Cruz, comisiona al sacerdote Andrés Herrero del convento franciscano de Tarija, para realizar una visita pastoral a la Santa Sede a fin de informar la lamentable desaparición de las misiones del Gran Chaco durante la sangrienta de emancipación, por la huida de los aborígenes evangelizados para refugiarse en la candente selva, retornando a un estado de barbarie y la precariedad más lamentable que jamás tuvieran.
Luego de recibir por parte de la Santa Sede el nombramiento de Comisario General de América del Sud, Herrero recluta una legión de voluntarios procedentes de diversas regiones italianas y a su retorno al país en 1833, logra la restitución de los Colegios Fide de Tarija, Tarata y La Paz; y en un segundo viaje a la cabeza de 83 misioneros, los Colegios de Chillán en Chile, de Ocopa en Perú, la Recoleta de Charcas, partiendo unos pocos hacia la Argentina, para que luego cada país se ocupe en regir sus destinos en su jurisdicción. Sin duda, este pasaje puede inscribirse entre las mayores glorias de la Iglesia boliviana de todos los tiempos.
Aunque se sabe que debido a su prematura muerte, el Libertador no llegaría a ejercer dichas funciones ante el Vaticano, su legado había calado hondo allá por consolidar los principios de convivencia pacífica, justicia y libertad entre las naciones latinoamericanas, con la devolución de tierras americanas a sus legítimos propietarios; por esto mismo los derechos de la nación bolivariana para retornar a la costa con la que naciera a la vida independiente, fueron cabalmente valorados por los sucesivos pontífices romanos.
A esta circunstancia se debe que el Santo Padre Juan Pablo II -el primer papa en visitar la región latinoamericana- ofreciera sus buenos oficios a fin de alcanzar una solución pacífica para la reintegración marítima, aunque en esa oportunidad el país optara por la negociación directa que mañosamente prometiera el gobierno de la Moneda a fin de neutralizar tal mediación. No obstante, continuando la doctrina de su predecesor, el Papa Francisco manifestó durante su visita al país que “no es injusto que Bolivia anhele tener salida al mar”, lo cual motivó la protesta de la diplomacia chilena como injerencia entre naciones soberanas.
En pos de una interpretación más cabal de las palabras del vicario, en este caso se puede extrapolar el sentido de que “lo injusto” sería que la nación chilena prive al pueblo boliviano del legítimo anhelo por acceder al espacio abierto de comunicación con el mundo que le legara Bolívar, quien al mando de la naciente república dispuso como tarea prioritaria de su gobierno la creación del puerto la Mar en la región de Atacama, que más adelante el vecino país invadió en indisimulado afán de apropiarse de su riqueza en recursos naturales y mineralógicos.
En realidad, la actitud chilena vuelca las páginas de la historia hacia la pugna que entonces se desatara entre dos corrientes antagónicas: la de la unidad e integración entre los pueblos de la Patria Grande, propugnada por el Libertador, y la de la dominación o conquista que aunque fuera por aquellos tiempos una norma, ahora Chile pretende hacer prevalecer de manera anacrónica, en retroceso a los tiempos de la oprobiosa esclavitud y usufructo colonial, inadmisible para nuestro tiempo.
Atenidos a la breve reflexión que plantea el Papa Francisco, se puede deducir que lo único que distancia a la posición boliviana de la chilena, es precisamente la noción de lo que es “justo” y de lo que es “injusto”, es decir noble o innoble, lo cual en última instancia le corresponderá valorar a la imparcialidad del alto Tribunal de la Haya.
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