[Eric Cárdenas]

Expectativa de conducta


En su definición más concreta, según Augusto Comte Sociología es el estudio científico de la sociedad, su naturaleza y las leyes de su desarrollo, y dentro de la sociedad nos encontramos con los “roles sociales”, es decir el conjunto de pautas de conducta, manifiestas y latentes, organizadas en torno a una función social desarrollada por el individuo (Fitchter J.), lo que a su vez nos lleva a la función social que desempeña todo grupo, dentro de la estructura social.

Dentro de la estructura social, todo individuo ocupa una posición o estatus y cumple determinadas funciones y roles, con arreglo a normas o modelos de conducta, pues la sociedad no es una mera reunión de individuos, sino es una organización estructurada.

Esa estructura social es el ordenamiento de los individuos y el señalamiento de los roles y funciones, que el grupo social asigna a cada uno de sus componentes, creando así los niveles de autoridad, subordinación, etc., de tal manera que todo individuo cumple un rol social determinado, de acuerdo con su estatus o lugar que tiene en la escala social, esto en función a sus características o cualidades personales.

En la actividad política, es decir en la actividad que tiene que ver con los asuntos del Estado, los que ejercen el poder político o del Estado (no hay Estado sin poder), tienen un estatus correspondiente a los que ejercen autoridad, es decir que están en un lugar, altamente valorizado por los miembros del grupo social, de tal manera que el estatus se refiere, no a lo que el individuo hace, ni a lo que piensa que es, sino a lo que la gente piensa que él es. Se trata de una construcción mental, de un grado de estima o reprobación que los demás miembros del grupo sienten y expresan de una persona.

En la sociedad organizada en Estado, los administradores de éste, tienen el estatus de gobernantes, es decir que quienes conducen, dirigen o gobiernan el Estado cumplen ciertos roles, en función de los que hacen, de donde inferimos que al estatus del gobernante, le corresponde el ejercicio de ciertos roles o papeles sociales, siendo el principal o rol clave el de presidente, vicepresidente, ministros, etc.; adicionalmente están los roles de padre de familia, de profesional, etc., pero el principal es el de gobernante.

Existe una categoría de rol, que es el rol esperado o expectativas de rol, es decir que todo rol que corresponde a un estatus determinado, debe tener una conducta determinada, ajustada a los calores sociales que le acompañan. Así, el Obispo debe tener una conducta, piadosa y estrictamente moral, es la esperada, por eso nos llamaría la atención, si vemos al Obispo en estado de ebriedad o en una riña callejera, pero no nos llamaría la atención si vemos a un lustra calzados en esas conductas.

El rol esperado de un gobernante o más propiamente la conducta que espera el grupo social, en este caso la ciudadanía, debe ser de honestidad, veracidad, integridad moral fundamentalmente, pero si el gobernante, en el desempeño de su rol, demuestra flaquezas reñidas con lo que espera la sociedad y que no corresponden a su estatus, entonces estamos en un caso de impostura, engaño, mentira y fraude, que determina la pérdida de la credibilidad, respeto y estima que corresponden a su estatus y roles de gobernante.

Los recientes “escándalos” en los que se han visto involucrados el Presidente y Vicepresidente del Estado Plurinacional, el primero por asuntos sentimentales y familiares, con derivaciones a negocios con el Estado, en el que todos los días aparece alguna noticia nueva y que en la voz de la gran cantidad de defensores “oficiosos” del Presidente, sólo enredan más el asunto, que en su momento debió ser debidamente aclarado por el personaje aludido, y en el segundo por la falta de títulos profesionales de los que supuestamente tenía y que adornaban la personalidad del Vicepresidente, han desnudado a los ojos de la ciudadanía, precisamente y de acuerdo con la sociología, un cuadro de afectación al estatus, roles y valores esperados de esas autoridades.

Lo que corresponde por el bien de la Patria, es que los gobernantes involucrados, en un acto de humildad cristiana, reconozcan sus errores -si los hubo- y retomen sus roles que corresponden, dentro de los cánones éticos más estrictos. Lo contrario es la soberbia, que siguiendo la doctrina cristiana, lleva a la perdición espiritual. Peor aún, desatando la represión, como en el caso de la señora Guadalupe Cárdenas, el comunicador Valverde y otras personas, algunas de ellas ya encarceladas, por la decisión de la justicia sumisa al poder político.

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