Rio De Janeiro.- Un día después de que el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva fue llevado por la Policía Federal a declarar ante la Justicia por su presunta participación en el esquema de corrupción de Petrobras, Brasil amaneció ayer muy polarizado políticamente, y con la militancia del oficialista Partido de los Trabajadores (PT) activa en el blindaje de su máximo líder.
Desde temprano, simpatizantes del ex mandatario, sindicalistas y miembros de movimientos sociales llegaron a su residencia en la ciudad paulista de São Bernardo do Campo para expresar la solidaridad con Lula y demostrar que no se quedarán impávidos frente a lo que calificaron como “abusos” del juez federal Sergio Moro, de Curitiba, quien lleva adelante el caso del “petrolão”.
Antes del mediodía, más de 300 personas ya se habían concentrado frente al edificio donde vive Lula con su esposa. En tanto, la presidenta Dilma Rousseff, su ahijada política, también se acercó a visitarlo a su vivienda.
Todavía aturdido por el traslado coercitivo ante la Justicia, que generó mucha polémica, ayer a la noche el ex mandatario se había quedado hasta tarde en un evento en el sindicato de empleados bancarios repleto de militantes. (La Nación)