Tanto los resultados del referéndum del 21 de febrero como el tema del “tráfico de influencias” motivaron reacciones desafortunadas del presidente Evo Morales. Empero, en Caracas colmó la prudencia y su presunta adicción a la democracia, por las declaraciones amenazantes que formuló en esa ciudad, al parecer inducido por las emociones que le deparaba la conmemoración del tercer año del fallecimiento de Hugo Chávez, inspirador suyo y financiador de sus campañas de proselitismo político.
Atribuir al voto por el NO en el referéndum de haber sido influenciado por las redes sociales, la “derecha” y el imperialismo estadounidense, es como desvirtuar la capacidad de la mayoría de los ciudadanos bolivianos para discernir sobre lo que es bueno o malo para los intereses nacionales.
Se trataba de aceptar o disentir sobre una enmienda a la Constitución Política del Estado, nada más que para dar paso a la voluntad de dos personas que pretendían ejercer un cuarto mandato en la conducción del país, a partir de su elección democrática en 2005 y las reelecciones de 2010 y 2015.
El referéndum se suponía que constituía solo una consulta sobre el parecer ciudadano y no una contienda mayor que fuera de vida o muerte, como entiende el gobernante. Pero si este fuese el caso, entonces tendría que colocarse en el tapete del acontecer nacional sobre la aceptación que merecería Morales para ejercer un cuarto mandato, de 2020 a 2025, cuando sostiene que “solo perdió una batalla, pero no la guerra”.
De ser así, querría decir que el electorado nacional optó por el NO porque tuvo en cuenta algunas falencias capitales de las gestiones que aún se hallan en curso. En materia política, la subordinación a la que están sometidos los órganos legislativo, judicial y electoral. La fiscalización a la conducción de la economía, como son los casos en que se designa autoridades interinas para que, igualmente, sean dependientes de la voluntad del régimen imperante, porque si no cumplen con sus mandatos pueden ser relevados en cualquier momento, lo que no sucede cuando sus nombramientos provienen del Órgano Legislativo, porque de por medio están los procesos judiciales que tienen que ventilarse para la eventualidad en que proceda a alguna destitución.
Cabe citar también que el electorado pudo tomar en cuenta la falta de controles fiscales para la correcta administración de los bienes públicos. En Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) no se conoce auditorías de su manejo contable desde hace 10 años. Otros casos similares pueden ser mencionados, como los de la Corporación Minera de Bolivia (Comibol) y de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (Entel).
A manera de no abundar en otras posibilidades que, por falta de fiscalización, abren las compuertas a la corrupción y el despilfarro, corresponde anotar lo que, de forma resumida, planteó ayer lunes un entrevistado en un canal de TV, en sentido de que está pendiente en las gestiones del MAS la transparencia. Así de simple, pero a la vez trascendente, es lo que pudo haber tomado en cuenta el electorado para pronunciarse por el NO en el referéndum, seguramente con el ánimo de que no persistan estos métodos ilícitos de administrar el país.
Como colofón de todo ello, sobrevino la advertencia presidencial vertida en Caracas, en sentido de “demandar” a las “oligarquías latinoamericanas” respeto a las luchas revolucionarias democráticas de la región… que hay otras formas de liberación de nuestros países… ahí vamos a ver quién pierde… ¿Pierden las oligarquías o pierden los pueblos”.
A qué se refiere con aquello de que existen “otras formas” de gobernar. ¿Es una advertencia al sometimiento de estos países a tiranías como las de Stalin, Mussolini o Hitler?
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