Claudia Brihuega Ortiz
La hipersexualización de la infancia erotiza a los niños y niñas a través de expresiones, de movimientos, de posturas corporales y de la vestimenta. La industria audiovisual y la moda transmiten un modelo social que marca el comportamiento de los más jóvenes y la aceptación social de los adultos.
Se sexualiza a las niñas con el estereotipo de mujer objeto. Modelos infantiles que posan como mujeres adultas provocan disonancia con nuestros códigos éticos y sensaciones contrapuestas. El deseo y la atracción frente a la consciencia de que esas sensaciones son desatadas por una menor. La adopción de este rol está ligada a la aprobación social. Su autoestima y su autoimagen se construyen sobre una falsa identidad.
Las representaciones simbólicas creadas refuerzan los valores y la ideología impuesta desde unos patrones de consumo. Una encuesta realizada por la Fundación de Ayuda a la Drogadicción (FAD) señala la constante aparición del consumismo relacionado con el prestigio y el sexo.
La juventud, la belleza, un modelo de masculinidad y de feminidad dentro de una estética determinada forman parte de lo que se suele considerar “éxito social”.
El conflicto para los adolescentes se establece entre quiénes demuestran ser y quiénes son en realidad. El sentimiento de pertenencia al grupo les hace preocuparse por la apariencia en lugar de por el contenido.
Los adolescentes asumen, cada vez más pronto, roles que les hacen imitar la vida de sus ídolos con los que se identifican. Rodeados por el dinamismo de las modas, la influencia de las marcas comerciales, los medios de comunicación y las imágenes sexualizadas.
El paso acelerado de la infancia a la adolescencia supone la pérdida de las identificaciones hasta ese momento válidas. Aparecen complejos y frustración por no sentirse al nivel de sus iguales. La mayoría de las referencias sexuales en estas edades se crea a través de los amigos y de Internet basadas en falsas imágenes.
Las medidas de protección del menor no son suficientes para transformar estas actitudes tan arraigadas en la sociedad. Se debe fomentar la educación sexual de calidad junto con alternativas educativas como la alfabetización audiovisual. El sociólogo Jon E. Illescas cree que “se les debe enseñar a leer y a crear lenguaje audiovisual para ser menos manipulables. Este tipo de lenguaje es el más poderoso de todos, como se demuestra desde hace décadas en la televisión”.
La búsqueda del placer se ha normalizado, en gran medida, por los contenidos que se recibe de los medios de comunicación. Los adolescentes encuentran la aceptación al proporcionarlo a los demás. Asumir estos roles como parte de su personalidad afecta al desarrollo emocional, además de poner en riesgo su salud. El inicio precoz de la sexualidad puede construir ideas distorsionadas sobre el amor y el sexo.
La autora es periodista.
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