Los precios de las frutas nacionales están alcanzando niveles insospechados que hacen que la población no pueda consumirlas, afectando en esa forma su alimentación y, por tanto, dejando de consumir vitaminas y minerales, imprescindibles para la buena salud.
Hasta hace diez años, un durazno criollo costaba entre diez y veinte centavos, ahora ese mismo durazno se lo compra con un boliviano. Lo mismo ocurre con higos, manzanas, tunas y otras frutas criollas. Esos precios han subido hasta en mil por ciento, con tendencia a subir aún más.
Esa alza de precios de las frutas indígenas se debería, entre otros, a las siguientes causas: baja de la producción; competencia desleal del contrabando; importaciones privadas y especulación de los intermediarios y comerciantes, cada uno los cuales aumenta determinados porcentajes a los precios de origen.
Los campesinos producen fruta para el mercado y no solo para su consumo. Ingresan así, mediante la compra-venta, en el mercado capitalista. Producen tanto para su consumo y para hacer cambiable su producto en el mercado, vía por la cual se hacen capitalistas. En efecto, cuando el agricultor pone en el mercado su producto, quiere decir que equipara el uno con el otro o sea que busca cambiar valores distintos, pues, en otro caso, sería innecesario el proceso de cambio.
¿Qué ocurre en el mercado local con el precio de la fruta? ¿Por qué esa diferencia de precios tan acentuada? ¿Por qué el pan subió al doble o poco más (de 20 a 40 o 50 centavos), comparativamente, mientras el precio de la fruta subió hasta mil por ciento?
Es preciso, pues, preguntarse: ¿qué es lo que hace subir el precio de la fruta y otros productos? En primer lugar, la baja producción. La oferta se ha reducido en forma notable, es cada vez menor y se sustituye con fruta importada o de contrabando, fruta que se vende con precios cada vez más altos. Antes se podía cambiar un pan por cinco duraznos, ahora se cambia cinco panes por un durazno, vale decir que no hay equivalencia de valores, debiendo considerarse que el valor de un producto solo puede expresarse en el valor de otro. Aquí los precios han variado de manera extraña y ya no son expresión en dinero del valor del producto. El precio de la fruta ya no se basa en el equivalente de valor. Se basa en otros factores y en especial se equipara con el precio del producto extranjero. Aquí el precio de la fruta no es igual al costo de producción más la ganancia media.
Lo que fija, pues, el precio de la fruta no es la competencia entre los precios locales, sino la competencia entre los precios locales y los precios extranjeros y en esa competencia los vendedores nacionales ponen los precios extranjeros. Así, si el precio de producción de un durazno boliviano es de 10 centavos y el extranjero de un boliviano, el vendedor boliviano prefiere venderlo en el precio extranjero, por el simple hecho de que obtiene mayor ganancia. El precio extranjero determina el precio del nacional. Es de recordar que en la agricultura, a diferencia de la industria, el precio social de producción es el precio de la producción obtenido no en condiciones sociales medias, sino en las peores, es decir de la producción en los peores y más lejanos terrenos.
A eso se agrega que hay menor producción local y entonces se impone el precio extranjero que inclusive es un precio de monopolio. Finalmente, la producción nacional desaparece y el consumidor solo tiene para consumir fruta extranjera. Esa situación empeora por el contrabando, las importaciones y la especulación y así los precios siguen subiendo. Es más, desaparece la producción local y solo se consume fruta extranjera.
Finalmente, en el mercado interno los precios de la fruta nacional se equiparan con los precios extranjeros y no con la producción local. Se impone el precio más alto que el fijado por el mercado local, que es lo que explica el alto precio de la fruta criolla.
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