Buscando la verdad
Al conmemorar su 85 Aniversario, la gloriosa Cámara Nacional De Industrias (CNI) decidió organizar el 8 de marzo de 2016 un Foro en La Paz titulado “El motor principal del crecimiento económico - Productividad Industrial - Situación actual y perspectivas en Bolivia”, al que muy gentilmente fui invitado como panelista junto a connotados economistas de nuestro país.
Como no podía ser de otra forma, la productividad industrial fue el foco principal de discusión en función de la sostenibilidad de la empresa y el empleo en Bolivia.
Y es que, si la productividad -como parte de la competitividad de un producto o servicio- ha sido por siempre un elemento esencial de su éxito en el mercado, mucho más en tiempos de globalización con el vertiginoso desarrollo de las TIC, no solo para vender en el mercado internacional sino también para defenderse en el interno, habida cuenta de la creciente interdependencia mundial que existe.
Pudiéndose abordar la problemática de la productividad en Bolivia desde varias aristas -la dicotomía extractivismo/agregación de valor; la institucionalidad pública y su impacto en el sector productivo; la devaluación del tipo de cambio en Latinoamérica que reduce la competitividad de la industria boliviana, y la creatividad/emprendedurismo- decidí meter el dedo en la llaga y abordar un tema que a mi entender es transversal y lo afecta todo: la “institucionalidad”.
Evidentemente, el “rayado de la cancha” -las bondades o deficiencias del entorno en lo infra y superestructural que pauta el desarrollo empresarial- lo hace el Estado con sus instituciones y las normas que dicta, y es aquí donde surge el problema: no es suficiente que haya leyes, decretos, etc., sino que éstos deben ser adecuados, pero, además, ¡que se cumplan!
Igual razonamiento cabe para la institucionalidad, no solo en cuanto a la justicia -que siendo lo más importante debe ser cabal- sino también en las áreas económica, productiva, educacional, de salud, seguridad, etc., no siendo suficiente que las instituciones existan, sino que funcionen bien, conectadas a la realidad, con una actitud proactiva y de apoyo a la inversión, la producción nacional, la formalidad, la legalidad, el emprendedurismo, etc.
Solo cuando estas precondiciones se cumplan a cabalidad podrá exigirse al empresario el aumentar sus estándares de productividad, porque entonces “la pelota estará de su lado” para gestionar, innovar, capacitar y mejorar sus métodos de trabajo, porque la competitividad, es tarea de todos…
El autor es Economista y Magíster en Comercio Internacional.
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