Pasado el referéndum del 21 de febrero, con los resultados ya conocidos que muestran la voluntad del pueblo en sentido de que no se debe cambiar el Art. 168 de la Constitución, se llegó a la conclusión de que una vez más ganó la Democracia y, con ello, la voluntad de la colectividad.
El país, se ha visto ante hechos que lastiman a todos: corrupción y hechos contrarios a la moral y a los intereses nacionales y cuyas consecuencias son imprevisibles. Para el pueblo, lo ocurrido significó frustración, dolor y decepción porque considera que con las conductas contrarias a las leyes y que atentan contra el Estado, lo que se consigue es debilitar las esperanzas y surge el temor de tener que ver o comprobar hechos que jamás debieron sucederse y que deben investigarse exhaustiva, imparcial y responsablemente.
Vivir una crisis económica no sería la primera vez; en muchas oportunidades se tuvo que pasar por situaciones graves y se las ha superado. Ahora, pese a la creencia de que “contamos con una economía sólida”, la realidad nos muestra verdades que se hacen difíciles de reconocer para el gobierno; pero, conviniendo en que la crisis tiene como enemigo a la propia crisis, corresponde que todos, gobernantes y gobernados, actuemos conforme a los intereses del país haciendo abstracción de las conveniencias personales o de partido y tomando conciencia de que para superar todo ello, hay dos actores que no pueden rehuir su responsabilidad y acción futura.
En primer término, es el gobierno y su partido los que tienen que abandonar posiciones chauvinistas, exitistas, populistas y demagógicas que, hasta ahora en diez años, le han hecho mucho daño al país. Es preciso que haya renunciamiento a todo ello, que se entienda que todos los bolivianos somos hijos de la misma patria, que estamos compenetrados de realidades y males que el gobierno no puede ni debe disimular con sofismas o poses fantasmales que deben superarse. Es urgente que el partido de gobierno, conjuntamente sus dirigentes, actúen de consuno con los intereses generales dejando de lado odios, revanchismos y mezquindades que, así hay que entenderlo, le hacen mucho daño al Estado y al gobierno; y quienes actúan como oposición, deben renunciar a la soberbia y petulancia de que hacen gala y, con ello, lastiman también a la nación.
Por otra parte, el pueblo, especialmente aquel que se encuentra radicalizado en posiciones en que hay que pedir cuentas, hay que enrostrar y encarar hechos que hicieron daño a todos o sumidos en rivalidades ideológicas que despiertan enconos y que sólo buscan enrostrar, criticar, condenar y “encontrar arrepentimientos” seguidos de buenos comportamientos -aun sabiendo que jamás se producirán-, no corresponde porque sería “arar en el mar”. Lo que corresponde, como labor y misión de todos, es encarar la crisis que se complica y agranda gravemente mediante la falta de respeto y consideración por todos; por ello, es necesario actuar con más caridad, sin ser complacientes y permisivos con quienes han obrado mal y exigirles que cambien conductas, que troquen la soberbia y la petulancia con la humildad para que entiendan que en los campos de la soberbia, la prepotencia, la burla y el menosprecio por el sentir y obrar de los demás, no sacarán nada y, al contrario, agravarán situaciones porque quienes están cegados por ambiciones y deseos de contar con mayor poder del que ostentan y detentan, podrían ingresar en los campos de la obcecación y del yerro permanente cuyas consecuencias sufriría el país.
La unidad de todos los bolivianos es el único camino para superar la crisis, para ganar moral y materialmente a las dificultades que se enfrenta, para comprender, finalmente, que todos estamos obligados a actuar en pro de los intereses generales. No entender razones que dictan el sentido común y la conciencia, es cobijar más antagonismos, desavenencias y contradicciones entre todos los bolivianos. No convenir en que es preciso la unidad no sólo en la práctica de valores y principios sino en combatir a la corrupción y la crisis, en aras del honor y respeto al país en beneficio y bien de todos los bolivianos, es sumirse más en la estulticia, el nomeimportismo y la irresponsabilidad.
El país espera lo que siempre pidió a todas las generaciones de bolivianos: amor, concordia, convivencia en armonía, honestidad y práctica de virtudes que se hagan valores y principios con conductas responsables; sin estas condiciones a cumplirse por parte de todos, será imposible vencer a la crisis moral, económica y de desunión.
El gobierno y la oposición, conjuntamente sectores del pueblo que se encuentran confrontados y sólo viendo el momento sin pensar en el futuro, están en la obligación de crear las condiciones necesarias para la unidad para que todos enfrentemos los diversos problemas que aquejan y lastiman al país; de otro modo, se corre el riesgo de agravar los factores que nos separan y nos hacen ver sólo lo que hace el gobierno sin tomar en cuenta que los intereses y conveniencias del Estado es responsabilidad de todos.
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