Chile, “a través de conflictos armados, buscaría ampliar su territorio en la forma en que lo ha hecho en el pasado”, relata un informe dado a conocer por el Centro de Investigación sobre la Globalización, con sede en Canadá (consultar EL DIARIO de 20 de febrero de 2016).
Y posiblemente en la mira chilena están sus vecinos más cercanos con quienes tiene cuentas pendientes desde siglos pasados. Pero ostentando la fuerza no podrá seguir detentando todo aquello que despojara a ellos mediante las armas y la invasión. Chile está equivocado de cabo a rabo. Los tiempos han cambiado y se imponen tiempos de diálogo, concertación y cooperación mutua, en convivencia pacífica. Ahí tenemos, inclusive, a la justicia internacional, encargada de dirimir conflictos planteados entre países.
“El objetivo de Chile es ser una potencia militar hegemónica en América Latina con respecto a Perú, Argentina y Bolivia para defender los intereses económicos chilenos en esos países”, agrega el informe de aquel organismo internacional.
En consecuencia, los gobernantes chilenos, de tendencia militarista o civilista, no escatimaron esfuerzos para emprender, de manera inconcebible, la demencial y costosa carrera armamentista, ignorando, inclusive, la demanda de justicia social, proveniente de su población mayoritaria.
Con ese accionar, los inquilinos de turno de la Moneda no hicieron otra cosa que crear un clima de zozobra e incertidumbre en la región. No hicieron más que intimidar a las naciones con quienes Chile tiene problemas pendientes de carácter territorial y marítimo.
Pero también hicieron que surjan expresiones de repudio y rechazo hacia esa práctica belicosa. En este marco la comunidad de las naciones latinoamericanas y del mundo ha condenado enérgicamente la carrera armamentista, por la sencilla razón de que se constituye en una seria amenaza para la seguridad internacional, porque destruye y vulnera los más elementales Derechos Humanos y porque representa la cultura de la muerte.
“En el caso de Chile, por las dificultades tan desgraciadas que tuvimos con la Confederación Perú – Boliviana (por suerte superadas) y por el conflicto de 1879, las Fuerzas Armadas chilenas se fueron consolidando y es evidente que Chile, como todos los estados naciones nuevos, en la medida que fue madurando, sus Fuerzas Armadas alcanzan una mayor profesionalización y especialización”, afirmó, hace algún tiempo, el expresidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Felipe Herrera, de origen chileno (véase su libro “Visión de América Latina”, Pehúen Editores, 1985, pág. 298).
En suma: solo la paz, antídoto de la guerra, nos conducirá a las metas de un mundo mejor, con amistad, entendimiento y solidaridad.
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