Los ejércitos de la Gran Colombia, integrados por venezolanos, granadinos, ecuatorianos, quienes formaron los Ejércitos Libertadores de Simón Bolívar, eran en su mayoría llaneros de gran capacidad de lucha, capaces de combatir contra cualquier enemigo, sobre todo español.
Con valor y coraje esos combatientes lograron triunfar desde Bombona, Carabobo, Mercuritas, entre otras, para ascender y cruzar los Andes, venciendo en Queseras del Medio y Boyacá.
Sus generales, coroneles, mayores, capitanes, etc. eran militares de lucha que ascendieron desde soldados y sargentos a esos grados. Por eso no se podía pedir cierta cultura en algunos de los oficiales de la Gran Colombia, basta citar la arenga del general Jacinto Lara a sus batallones, al ingresar a la batalla de Ayacucho.
En 1825, se le ordenó hacerse cargo de la guarnición de Potosí al coronel Nicolás Medina, llanero de las pampas venezolanas, de alta estatura, y tan valiente como muchos de ellos. Sin embargo el Coronel era poco letrado, y no poseía algo de cultura, menos se le podía abrogar cierta delicadeza y don de gentes.
El problema que se presentaba para el coronel Nicolás Medina era demasiado serio, para su forma de ser: gruñón, mal hablado y torpe.
Se trataba de que el general Simón Bolívar, en su visita a la nueva república de su creación, había previsto su ingreso a Potosí, después de cruzar el Desaguadero, frontera natural entre los dos Perús, el Bajo y el Alto, después de su paso por La Paz y Oruro, donde el pueblo boliviano le hizo tributos y homenajes al Libertador.
El Comando de la guarnición de Potosí se encontraba asentado en un pueblo, no muy lejos de la ciudad, de nombre Yocallas, y al ingreso del Libertador a la población era de rigor presentar armas, y dar un discurso de bienvenida, acorde con los momentos de inicio de la República de Bolivia.
El coronel Medina contrató para el efecto los servicios de un abogado tinterillo de Potosí, a fin de que redacte el discurso de bienvenida a Su Excelencia, el general Simón Bolívar.
El discurso más o menos decía así:
“Excelentísimo Señor. Hoy al dar la bienvenida a Su Excelencia, pido a la divina providencia que lo colme de favores, para prosperidad de la Independencia Americana, y asimismo para la prosperidad de la flamante República de Bolivia…”.
Una semana pasó, el coronel Medina, fatigado con el estudio de la arenga, no podía memorizar la misma. Cuando llegó el Libertador a Yocallas, el coronel Nicolás Medina dispuso que su tropa rinda los honores militares a Su Excelencia, presentando armas, y él deteniendo su cabalgadura ante el Libertador, saludándolo militarmente dijo:
-Excelentísimo Señor…. (pausa), Excelentísimo Señor Libertador… (pausa más larga), y dándose una palmada en la frente exclamó: c…., yo no sirvo para estas palabrerías, sino para meter lanza y sablear gente.
- Déjelo, Coronel-, le contesto Bolívar sonriendo-, yo sé desde Carabobo y Boyacá, que usted no es más que un hombre de hechos y de hechos gloriosos.
-Pero eso no impide, General, que yo reniegue de esta memoria tan jodida que Dios me ha dado.
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