Recuerdos del presente
El espectáculo que está dando en Brasil el viejo luchador político Lula da Silva es muy triste para muchos latinoamericanos que lo siguieron durante décadas deseando que ganara alguna de las siete elecciones en que participó, hasta convertirse en el primer presidente mulato de su país.
Es triste porque ahora se lo ve tratando de escudarse en algún cargo público que pueda crear muy de prisa su pupila Dilma Rousseff, con lo que tendría inmunidad ante la justicia brasileña, que lo persigue por corrupto y por lavado de dineros de dudoso origen.
Quizá algunos de sus colegas de la misma tendencia en la región le estén criticando por no haber controlado también la justicia, con lo que se hubiera evitado estas molestias, como hacen ellos.
A sus 71 años de edad, Lula debe enfrentar estos momentos difíciles con iniciativas poco nobles, equivalentes a meterse en el ropero para no ser capturado. Como si ganara algo aplazando por unos meses su detención, que se producirá de todos modos cuando la señora Rousseff sea destituida del cargo y él pierda la inmunidad.
Otro espectáculo triste es Nicolás Maduro, quien no atina a tomar una sola iniciativa noble para salir de la situación de presidente depuesto en que se encuentra desde la elección en que su partido obtuvo 25% de los votos. Se le ha ocurrido devaluar la importancia del parlamento, crear otra instancia, pero no alcanza a vislumbrar que debe retirarse y admitir que el chavismo fue una desgracia para Venezuela.
En Bolivia, la derrota del 21 de febrero tenía que haber producido en el gobierno la admisión de que el rechazo fue muy grande, del tamaño de los verdaderos resultados, y no de los que mostró el irregular escrutinio.
En lugar de reconocer la derrota, el gobierno se propone buscar una nueva oportunidad para lograr lo que buscó el 21F. Sabe muy bien que, al hacerlo, está llevando al país a una crisis que podría desembocar en situaciones violentas. Una burla como la que están preparando, con un nuevo referéndum, llevaría a la gente a tomar decisiones extremas. Quizá ese sea el propósito que respondería a la decisión del presidente Evo Morales de hacer la revolución “por otros medios”.
Esto ya es jugar con fuego. Pero quizá esa sea la idea: llevar al país al desastre de una guerra interna.
La alternativa es que el gobierno reconozca que ha perdido, que está desprestigiado, que ha sido dominado por la corrupción, y que es el momento de retirarse. “Nunca aprietes ni a los ríos ni a los pueblos, si no quieres verlos romper”: Francisco Quevedo.
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