Economía de palabras
El estruendo que produce el derrumbe de los regímenes populistas de Sudamérica es tan intenso que impide, por el momento, meditar acerca de lo que vendrá después, cuando todo este bullicio haya pasado, cuando estén presos los corruptos y sus secuaces, cuando vuelva a imperar la ley.
Tres millones y medio de brasileños marcharon por las calles de Río, Sao Paulo y Brasilia exigiendo la destitución inmediata de Dilma Rousseff y la cárcel para Lula da Silva, por corruptos. Era inminente la quiebra de Patrobrás, que tiene una deuda de 120.000 millones de dólares (más que la deuda argentina).
Los venezolanos no saben qué hacer con el chofer que les dejó Hugo Chávez como presidente. Según Siglo 21, “mientras la mayoría de los exportadores de petróleo del mundo aprovecharon el boom de los precios para ahorrar, Venezuela y el régimen chavista lo usó para cuadruplicar su deuda externa. Esto permitió que el gasto aumente como si el precio real del petróleo en 2012 hubiese sido de US$197 el barril cuando en la realidad sólo llegaba a US$ 111”.
Los argentinos deben lidiar con la deuda dejada por el kirchnerismo, pero lo que más les cuesta es conseguir que los representantes del anterior gobierno en el parlamento aprueben las soluciones desesperadas para la deuda externa. Los K miran, sonriendo, cómo el despido de 20.000 supernumerarios dejados por Cristina se convierte en un problema para Mauricio Macri.
Y en Bolivia, debido a una noticia sobre las aventuras del presidente se destapa una olla podrida de escándalos, de negociados, de un manejo tan corrupto, además de inepto, que anuncia la llegada del fin. Quizá el sistema judicial no funcione como en Brasil, por estar controlado, pero el juicio ciudadano ha tenido el veredicto y es inapelable.
Por todo esto, hay que preguntar qué viene ahora. Mi amigo Carlos Chalup cree que después de este carnaval, de esta farra, deben venir gobiernos severos que traten de poner las cosas en su lugar.
Y que el keynesianismo se aplazó; el populismo es su más burda representación, su caricatura. El populismo quiere poner al Estado al servicio de los oprimidos, supuestamente. Y ya vemos lo que produce.
Me quedo con el anarquismo, que se propone eliminar al Estado porque de esa manera la gente se libera de los corruptos y de los explotadores.
América latina está ofreciendo un espectáculo para alquilar balcones.
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