Con la agudeza intelectual que lo caracteriza, el Dr. H.C. F. Mansilla en su análisis bajo el título “El potencial conservador bajo el manto revolucionario en Bolivia” (EL DIARIO, marzo 9), analiza el contraste entre el discurso oficial indianista y descolonizador, como un elemento que busca polarizar el país, en torno a un pasado utópico y la realidad de una sociedad que se ha insertado y busca integrarse cada vez más en el mundo actual; sobre todo los jóvenes se alejan cada vez más de los usos y costumbres que, supuestamente, serían el patrón ideal de comportamiento al cual debería acomodarse nuestra población, particularmente la proveniente de las áreas rurales.
La observación diaria de las pautas de comportamiento avalan plenamente el análisis y las conclusiones a las que llega Mansilla.
Para corroborar lo anterior, sin entrar en disquisiciones teóricas, me referiré a algunas experiencias personales que ilustrarán de manera clara lo que Mansilla resume en un “dilema fundamental”. “El imaginario colectivo del indianismo, reacio al espíritu crítico y a ponerse él mismo en cuestionamiento, fomenta al mismo tiempo la tecnofilia y el infantilismo político”.
Al tomar la decisión de apoyar la creación de la Universidad Pública de El Alto, se conformó una comisión interinstitucional en la que estaban representados las Juntas Vecinales de El Alto, grupo humano interesado en lograr que esta ciudad gemela de La Paz tuviese su propio centro de formación profesional, un representante de la Central Obrera Regional de El Alto, un representante de la Iglesia Católica, el Viceministro de Educación Alternativa de ese entonces, y otro del ejecutivo, el suscrito.
Después de algunos debates de este grupo, se acordó contratar un grupo consultor, para lo cual se seleccionó la Universidad San Francisco de Asís, la cual se encargó de preparar las bases de organización de la UPEA, pensum universitario, carreras que tendría en una primera etapa. Concluido el estudio y analizándolo en la comisión interinstitucional, el representante del Ministerio de Educación quería introducir en el Reglamento de la UPEA, el que los catedráticos debían saber una lengua nativa. Al cuestionar este planteamiento hice notar que hay profesionales con maestría y doctorado que estarían perfectamente calificados y ventajosamente para impartir cátedra en este nuevo centro académico y se dejó sin efecto la sugerencia. Cuando la UPEA empezó a trabajar, los estudiantes exigieron la enseñanza de inglés, obviamente querían insertarse en un mundo donde este idioma es clave en el desarrollo científico.
Si uno observa los mercados de la ciudad de La Paz, las vendedoras son en su mayoría personas de pollera, pero los hijos e hijas que eventualmente las acompañan visten de blue jean y, con seguridad, son estudiantes de centros técnicos o universitarios.
Prácticamente los pocos varones vestidos a la usanza indígena que aparecen en nuestra ciudad, son los ponchos rojos o verdes, acompañados de sus inseparables látigos, pero claramente munidos de portafolios o mochilas, que los acompañan con los documentos que requieren en las oficinas públicas, donde vienen a realizar múltiples trámites.
Otro ejemplo adicional que ejemplifica el aparente deseo de retornar al pasado es la presencia en la recepción de algunas oficinas públicas de personas que visten de pollera, u ocasionalmente en algún Banco que desea mostrar una imagen pro-indigenismo, pero son figuras de “afiche” para mostrar que, claramente, no está en el afán de la mayoría de los ciudadanos que quiere insertarse en un mundo totalmente occidentalizado.
Como estupendo contraste de estas dos visiones el Gobierno ha colocado en órbita un satélite, el cual estaría contribuyendo a mejorar nuestras comunicaciones y ya se han sentado las bases, incluyendo un contrato con Rusia, para la instalación de una planta experimental para energía atómica. Realidad versus ficción.
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