Juan Bautista del C. Pabón Montiel
Ha muerto la dama que supo observar el yermo andino y deshilar la grandeza y riqueza de pieles de oro y cristal, de alpacas y vicuñas, cuyos finos pelajes sirven para cubrir de lujo el vestir de los humanos.
Doña Beatriz, altiva hija de Bolivia -no ensoberbecida-, pequeña, de una seriedad desesperante y una responsabilidad social cautivante, al tejer con los colores nativos el tiempo y las eras de la Patria, hizo todo un altar de la moda, para varones y mujeres.
Hace pocos días, escuchamos el parte de su ausencia quemante, como arden los fuegos eternos de las Bellas Artes, que no precisamente son artes plásticas, sino otra de las bellas artes trabajadas con la paciencia de los artesanos nativos.
La Patria pierde, perdemos todos, en la hora suprema que necesitamos mostrar las estampas de una Bolivia renovada y de altura espiritual, de sus exponentes y artistas.
No pudimos completar el ensayo sobre su vida, porque doña Beatriz, en su altura, no quiso ver su retrato en prosa neoclásica. Hace más de una década en el periódico orureño La Patria le dedicamos un comentario en dos capítulos, infelizmente cuando la distinguida mentora me pidió que no los publique, la segunda parte estaba ya en redacción, fuera de nuestra voluntad y alcance. De todas maneras, cumplimos con nuestro deber, con ella, que la conocimos muy brevemente.
Nos adherimos al duelo de sus familiares y la Patria.
Puerto Suárez, Santa Cruz, Bolivia.
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