Conocidos los resultados del referéndum del pasado 21 de febrero, debería pensarse en que las partes que buscaban una u otra respuesta a la pregunta sobre un cambio en el Art. 168 de la Constitución, por sentido elemental y en aras de la conveniencias de todo el país, habría acatamiento, honesto y sincero, a los resultados y, lógicamente, se produciría un reconocimiento a la voluntad del pueblo que muestra caminos claros que deben seguirse hasta el año 2019 en que, conforme a los preceptos legales, habrán nuevas elecciones.
Lamentablemente, los resultados -al margen de los votos- de la compulsa llevada a cabo, muestran enconos y división entre grupos o facciones de gobernantes y gobernados cuando la realidad muestra sólo un camino a seguir por parte de toda la colectividad: trabajar durante los años que falta hasta el año 2019 en pro del país haciendo abandono de rivalidades, odios y enconos que no conducen a nada. Odios que muestran hasta qué punto llegan los revanchismos, las mezquindades, los resentimientos y los racismos habidos y que, ya es tiempo, deberían desaparecer del ámbito nacional.
¿Cuáles son las utilidades o ventajas que consiguen las partes en discordia con posiciones de enfrentamiento, con “caras largas” y poses grandilocuentes que, parece, buscan enfrentarse? ¿Qué beneficios irrogará al país el que una parte de sus habitantes viva disconforme con todo, decepcionado y frustrado por la corrupción descubierta y que daña al Estado y causa serios males al propio gobierno? ¿Es que no se quiere entender que es tiempo de corregir lo malo, mejorar lo bueno y planificar el futuro con miras a conseguir beneficios para todos? ¿No es tiempo de cortar la corrupción y hacerlo con las investigaciones que se hagan a todo nivel? ¿No es tiempo de superar viejos enconos, rivalidades y odios por el lejano pasado y también por lo malo ocurrido en los últimos diez años? ¿No es hora de aclarar todo lo que está oscuro, borroso, dudable y que perjudica a todos por igual?
Pensar en el país, sentirlo como es, ver qué necesita y cuáles son las urgencias a encararse ¿no sería lo correcto? El gobierno, resignado a resultados del 21 de febrero, ¿no puede entender que la voluntad del pueblo debe ser sagrada y aceptársela como es? ¿No puede evitar las poses que muestran mucho resentimiento y dan lugar a acusaciones a derechas, imperialismos, capitalismos y otros “ismos” de los que también es practicante y sólo se enrostra a quienes no concuerdan con el MAS?
Por su parte, quienes están en la llamada oposición, no pueden regocijarse de los resultados que no son más que efecto de la voluntad popular sin que hayan intervenido partidos políticos y organizaciones que sólo coadyuvaron en la propaganda. ¿No es posible hacer abstracción de lo que lastima, ofende, denigra a todos por hechos de corrupción habidos y dejar que todo entre en los campos de investigación y, luego, en lo que analicen, juzguen y condenen o absuelvan los tribunales de justicia?
Para el pueblo -así como para el gobierno- lo ocurrido en campos que no debió recorrerse nunca, todo está claro y lo que corresponde es que haya transparencia en todo y se juzgue a quienes resultaren culpables morales y materiales de los hechos. Echar fuego a las brasas no le hace bien a nadie, por el contrario, se avivan las llamas de las discordias y desencuentros que pueden quemar a todos por igual.
Si las comisiones conformadas -conjuntamente la Contraloría- obran con honradez, eficiencia y responsabilidad, hay que convenir en que los resultados permitirán establecer responsabilidades y mostrarán a los culpables de todo lo malo ocurrido y que desprestigia al Estado y al gobierno a más de causar preocupaciones y mucha frustración a la colectividad que no merece el castigo de hechos contrarios a las leyes y reñidos con las esperanzas que existen para que, una vez por todas, hayan comportamientos dignos en la administración del Estado y en las conductas de la oposición.
Es tiempo de trabajar, es hora de darle al país siquiera parte de lo mucho que ha dado a generaciones y, mucho más a quienes han tenido el poder para hacer gestión y puedan cumplir con una administración correcta; es tiempo de comportarse con los sentimientos que en muchas oportunidades se pregonó; es hora de acabar con los odios y complejos, con pedir cuentas de lejanos pasados y de conductas en las que nada tuvieron que ver las generaciones que hoy sobrellevan las amarguras; es tiempo, finalmente, de actuar con mesura, tino y prudencia en el manejo de los dineros del Estado habida cuenta que no pertenecen a persona alguna o a partido político que ostente o detente el poder, poder que el pueblo confió y que no debe ser menoscabado o traicionado.
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