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Ante la cercanía de la Pascua, Jesús dijo a uno de sus discípulos que alquilase un borrico para ingresar triunfalmente en Jerusalén, respondiéndole: “Señor, esta ciudad está llena de borricos porque es la sede del gobierno y aquí funcionan todos los ministerios, las organizaciones sociales, la Conalcam, y las Bartolinas, ¿cómo podría elegir a un burro si los hay a montones…?”. Jesús le respondió: “Hay uno que dice haber leído todas las escrituras, que responde al nombre de Álvaro y él te aconsejará, pues es un sabelotodo.”
Otro de sus apóstoles, llamado Judas Iscariote, que manejaba todos los bienes y dineros de esa primera comunidad, se acercó al Maestro y le dijo en la oreja: “¿Cómo vas a entrar en Jerusalén montado en un borrico si otros menos poderosos que tú lo hacen en helicópteros o en automóviles blindados precedidos por lujosas vagonetas repletas de guardaespaldas y guardias de seguridad…?”.
Jesús no hizo caso a los consejos de Judas y prefirió ingresar a esta Jerusalén andina montado en un borrico para dar una lección más, de Humildad y Sabiduría.
Cuando las cholitas paceñas y algunas cholitas cochabambinas vitoreaban a Jesús, el Mesías echó una mirada a la multitud y dijo a uno de sus apóstoles: “creo que nos hemos equivocado de itinerario y estamos en alguna ciudad de la China comunista porque veo a chinos por todas partes, chinos vendiendo juguetes, chinos vendiendo comidas, chinos construyendo puentes, chinos construyendo ferrocarriles, chinos haciendo una acería en el Mutún, chinos explotando el litio, ¿no nos habremos equivocado de país?”.
Los apóstoles revisaron sus brújulas y cartas geográficas para tranquilizar al Maestro, convenciéndose de que no se encontraban en China sino en La Paz, Bolivia, un Estado Plurinacional y Folklórico gobernado por el señor Evo Morales, un orureño nacido en la aldea de Orinoca.
Convencidos de no haberse extraviado, el humilde Jesús montado en un borrico recorrió esta hoya andina cual sucediera hace más de dos mil años y fue saludado y adorado por todos los creyentes, por mi discípula periodística la cholita Macacha y por todo el pueblo cristiano de Bolivia, que sigue creyendo en Jesús de Galilea, mientras su fe en los ídolos de barro decrece cada día.
Aleluya, aleluya, Jesús de Galilea.
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