Punto aparte
La cantidad creciente de feminicidios sigue abrumando el sentir público, así como la violencia intrafamiliar. Como estas situaciones no deben continuar, es tiempo de llamar la atención de las mujeres para que asuman su autodefensa. No es posible que sigan tolerando estas acechanzas de manera tan pasiva, lindante con la permisividad.
Las mujeres que son casadas o tienen convivencia de pareja tienen que reaccionar, actuar por su cuenta, en defensa de su integridad e incluso de su dignidad, que es el valor supremo que tienen los seres humanos.
En ambos casos tienen la posibilidad de apreciar, desde los inicios de la relación marital, la clase de persona que han elegido para encontrar cariño y una vida grata e incluso feliz. A los hombres que son violentos en su lenguaje y en su comportamiento habitual se les puede detectar fácilmente si pueden o no llegar a la violencia con ellas.
Toda mujer, además, está dotada de un instinto específico para detectar en los gestos y en los actos comunes la calidad de las personas, no sólo de sus parejas, sino también de su relación social en general.
Por tanto, está plenamente habilitada para actuar con la oportunidad del caso si es pertinente mantener la convivencia en la que depositó sus mejores anhelos de vida. Al estar dotada de tales condiciones naturales, lo lógico es que las utilice en su autodefensa.
De manera alguna debe esperar a que se desencadenen los actos de violencia contra su persona. Antes de que ellos ocurran, pero que advierta que pueden ser inminentes, le corresponde asumir su protección. El recurso que tiene es terminar con la unión marital, antes de que sea tarde.
En suma, las mujeres son las que primero deben impedir ser víctimas de agresiones, de violencia e incluso de ser asesinadas, pues hay que comprender públicamente que esto es lo que implica el feminicidio, que no es más que un eufemismo al que apela el periodismo para no llegar a la crudeza de hablar de crímenes y asesinatos.
Qué mérito puede tener conformar un hogar que en la apariencia es el ámbito ideal de todo ser humano, cuando en su interior existen indicios de convertirse en un suplicio o un infierno. Pues estas son las manifestaciones con las que se desnuda la violencia.
Acerca de la violencia, existe toda una conceptualización doctrinaria y teórica, pero en la simpleza elemental de la vida encubre las peores expresiones del comportamiento humano.
En esta categoría están las guerras, las peleas, las disputas y, desgraciadamente, suelen estar subyacentes en los hogares. En ellos, por lo general, la víctima frecuente es la mujer. Entonces, a ella le corresponde no serlo, aunque de por medio tenga que deponer sus sentimientos, antes que por éstos sufra violencia o encuentre la muerte.
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