¿Acierto o precipitación?

La visita del presidente Barack Obama a Cuba causó sorpresa desde su anuncio. En sectores de opinión, nadie acertaba a justificarla plenamente, ni siquiera como un gesto publicitario, porque en el ámbito internacional no causó impacto alguno, en particular desde un punto de vista positivo. En el fondo, si no hubo críticas, tampoco alcanzó a ser comprendida como un acto político de significación para los Estados Unidos, y menos como un esfuerzo diplomático de repercusión global.

Cuba no tiene peso influyente en la conducción de las relaciones internacionales. Por el contrario, no deja de suscitar críticas y distanciamientos, porque, a pesar de haber restablecido relaciones diplomáticas con Washington, sigue siendo un país totalitario, donde impera la hegemonía castrista.

La actual visita de Obama a La Habana pudo tener más realce político por parte del régimen castrista, después de haber dado presuntas muestras de apertura democrática, con el restablecimiento de relaciones con Estados Unidos y otros gestos amistosos que recibió de Washington. Empero, esto no sucedió mayormente, como queda expuesto brevemente en líneas precedentes.

Entonces, ¿cómo se puede explicar, menos justificar, que Obama visite a un gobierno que sigue siendo autocrático?

La demostración más clara de ello es que Raúl Castro no fue a recibirlo al aeropuerto, por elementales razones de cortesía, más todavía cuando se trata de la visita de un mandatario estadounidense a Cuba después de 88 años.

Asimismo, porque es un gesto de excepcional característica para un país que ha estado sumido durante más de medio siglo distanciado del resto del mundo occidental.

De todo ello se puede formular un interrogante muy pertinente para el caso. ¿La decisión de Obama de ir a Cuba fue un acierto o una precipitación, lindante con la ingenuidad, desde una concepción estrictamente política?

La respuesta final se producirá cuando termine la visita presidencial a La Habana y los resultados concretos que arroje. Con la reapertura de relaciones diplomáticas no se produjo ello, al menos en la magnitud que se esperaba por la expectativa que suscitó la “reconciliación” entre la mayor potencia democrática de Occidente y un gobierno comunista que, a pesar de hallarse en el ocaso ideológico, se hace acreedor a una visita de alto relieve mundial.

El hecho de remarcar el carácter político que prevalece en Cuba se origina también en que no ha cesado la escisión interna en Cuba. Esto se puso de manifiesto justo en el momento de la llegada de Obama a La Habana. Un grupo de Damas de Blanco trató de denunciar la represión política que prevalece en la isla y, a la vez, efectuar una demostración a favor de los derechos humanos.

Con esta reacción, se puso en evidencia que en Cuba persiste la represión, como que la evidencia afloró el domingo mismo, cuando el gobierno castrista procedió a detener al grupo de damas que realizaba una marcha pacífica. Adicionalmente, lanzó a la calle a sus partidarios para efectuar una contra-manifestación.