“De la Patria el alto nombre, en glorioso esplendor conservemos y en sus aras de nuevo juremos, morir antes que esclavos vivir”. “Esta tierra inocente y hermosa que ha debido a Bolívar su nombre, es la tierra feliz donde el hombre goza el bien de la dicha y la paz”. (Fragmentos del Himno Nacional).
Por esta Patria el Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, señaló al término de su mandato de gobierno: “Aún pediré otro premio a la nación, el de no destruir la obra de mi creación, de conservar por entre todos los peligros la independencia de Bolivia”. Nos dejó también un mensaje inolvidable: “En el retiro de mi vida veré mis cicatrices y nunca me arrepentiré de llevarlas cuando recuerde que para formar a Bolivia preferí el imperio de la ley a ser su verdugo o su tirano”.
Por todo ello, la Patria no puede estar al margen de nuestros propósitos y accionar, por el contrario, debe ser el motivo de nuestro accionar diario, estemos o no haciendo uso de las funciones de gobierno. La Patria está presente en los pliegues de nuestra tricolor nacional para recordarnos el deber cívico de honrarla, si fuese necesario con la entrega de nuestra propia vida.
La Patria no es únicamente el lugar donde nacimos, son también esos ingentes y variados recursos naturales que Dios le ha dado. Por ella, por su luminoso destino, es que luchamos para que no se repitan los errores de ayer y de ahora. El pueblo boliviano, sin diferencia alguna, es el que votó por el NO para que se presente nuevas propuestas que permitan a Bolivia ocupar el lugar que le corresponde en el concierto internacional, teniendo estructuras productivas diversificadas que hagan posible competir en el mundo globalizado y así alcanzar su soberanía política, su crecimiento económico para el bienestar de su pueblo y no se perfile únicamente por el modelo extractivista que está sujeto a los vaivenes de los precios internacionales.
La democracia no es un juego de naipes que puede ser acomodado según criterios convenientes de grupos políticos. La democracia es una doctrina con preceptos y procedimientos que se impulsa a través de rígidas reglas en beneficio de la estabilidad, la paz, la concordia de una nación que busca su liberación, justicia social y su soberanía. Por lo tanto, toca a los gobernantes sujetarse a esas normas que se hallan vigentes en leyes y mandatos constitucionales.
Dadas las razones expuestas, no es posible que algunos gobiernos o agrupaciones políticas la acomoden a su capricho o intereses subalternos, como lo hacen algunos de ellos o de la manera como quiso hacerla el dictador García Meza, que intentó arbitrariamente imponer actitudes autocráticas como la disciplina y la estricta obediencia a sus mandatos para, según él, hacer vigente la democracia.
En 1982 advino la democracia en nuestro país con el alto costo de vidas humanas, sangre y lágrimas de miles de bolivianos.
El pueblo boliviano no votó por el NO impulsado por efímeros dramas pasionales que comprometen a algunos personeros del gobierno o el argumento infantil de la supuesta intervención de los EEUU, el capitalismo o la Unión Europea, sino por el mejor destino de Bolivia y la vigencia plena de la democracia.
Por lo tanto, ningún partido político o agrupación ciudadana puede asumir titularidad de haber dado la correspondiente respuesta al prorroguismo, como ya no lo hará en el devenir del tiempo, porque el pueblo ya está cansado de escuchar promesas incumplidas de gobernantes y políticos que asumen posiciones en esferas de gobierno, únicamente en busca de sus intereses personales o de grupo, repitiendo nefastos episodios de nuestra historia pasada y presente. Ahora el pueblo boliviano espera propuestas técnicamente planificadas, jurídica y científicamente elaboradas para que el país asuma rectoría en el concierto internacional.
La Patria ya ha llegado a la hora cenital de su existencia para no ser maltratada de aquí para adelante, “no servir de pedestal ni escala” de políticos oportunistas. Estas son las únicas razones y derechos que el pueblo ha puesto de manifiesto para votar por el NO, y para siempre, a riesgo de encontrar dura resistencia de quienes intentaron arrogantemente imponer su voluntad.
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