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Las elecciones primarias en Estados Unidos han tomado un curso cuyo desenlace parece pronto: Hillary Clinton y Donald Trump definirán la contienda final para gobernar el país más fuerte del mundo durante 2017-2021. La ex Secretaria de Estado consiguió el martes un triunfo fundamental al arrasar en cinco estados, inclusive Florida. El pluribillonario Trump luce tan raudo que nada parece frenar su carrera hacia la nominación de abanderado republicano en la justa del 8 de noviembre. Encuestas y análisis concuerdan en que Clinton ganaría con holgura. Bernie Sanders, el aguerrido senador demócrata del estado de Vermont, aún tiene aliento para luchar y, pese a su espacio limitado, busca un improbable alineamiento de victorias capaz de eclipsar a su rival. Las apuestas le son adversas.
A estas alturas, es razonable especular sobre el significado para Bolivia del triunfo de cualquiera de los dos rivales más probables.
De partida, nada parece anunciar luces para el túnel en que están las relaciones bilaterales desde hace más de ocho años (2009-2013).
Clinton asumió la diplomacia norteamericana cuando estaba fresca la salida precipitada de Philip Goldberg como Embajador de USA y el presidente Morales decía que no le temblaría la mano para expulsarlo. El Departamento de Estado cuestionó que no hubo pruebas sólidas que demostrasen que el diplomático conspiraba.
¿Recuerdan que una de las pruebas contra el diplomático fue una fotografía junto a un dirigente empresarial y un ciudadano colombiano desconocido que se coló cuando el diplomático recorría una avenida de la feria exposición en 2008? La foto del colombiano ignoto y del embajador a su lado fue para el presidente prueba de complicidad conspirativa. El colombiano era tan ajeno a ese tipo de afanes que se lo puso en libertad y tomó el camino más prudente: irse.
La extracción de conclusiones de premisas endebles también se manifestó hace poco cuando en una entrevista por TV el presidente dijo que el Encargado de Negocios de USA tuvo un comportamiento impropio al llevar consigo hasta El Alto el sello de la embajada y la bandera de su país, sin reparar que hacerlo nada tiene que ver con asuntos de soberanía y es con frecuencia una obligación. La cuestión no tuvo seguimiento informativo.
Pese a todo, han sido frecuentes los anuncios de una inminente normalización de la relación bilateral que nunca ocurrió.
En este marco, el mejor escenario sería que las relaciones se mantuvieran como hoy: incompletas e inestables. Apostar por una buena relación con el republicano equivaldría a jugar a la ruleta rusa y más efecto tendría invocar la protección de alguna deidad.
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