Llevar discusión de un tema hasta el absurdo es la forma de deformar o poner fin sin resultado alguno el estudio y aclaración de algún asunto de importancia que ha adquirido actualidad. Es un sistema equivocado al que frecuentemente acuden personas o gobiernos que están enredados en problemas económicos, políticos y de alcoba, de tal forma de salir de situaciones embarazosas.
La técnica para llegar hasta el absurdo es discutir sobre algún asunto en forma intensa e indefinida, de tal forma que el tema en debate queda desplazado por agotamiento de las personas que intervienen en la consideración del caso o bien se llega a conclusiones sin la menor lógica y sin encontrar solución para el conflicto.
Generalmente, en esta clase de debates no se toca el asunto central y solo se considera aspectos secundarios, de tal forma que, finalmente, todo análisis queda convertido en un inmenso cero. En efecto, el asunto secundario hace olvidar el central o bien se llega a una conclusión ilógica, es decir absurda. Es más, no permite obtener abstracciones científicas que reflejen el asunto de manera más completa, vale decir llegar a conclusiones correctas, serias, no absurdas.
Por esa clase de procedimientos dilatorios que buscan alejarse del tema central, también se acude a la táctica de introducir asuntos conexos y prolongar los comentarios, produciendo en esa forma mayores absurdos que terminan enredando en sus propios hilos a sus protagonistas.
En la actualidad, la política del país se encuentra empantanada ante esa situación. En efecto, el supuesto caso del tráfico de influencias con la firma de contratos por cerca de 600 millones de dólares con la firma china CAMC, se lo trataría de relegar a último plano, mientras el tema de un infante del embrollo sentimental del “caso Gabriela Zapata-Evo Morales” ha sido puesto en primer plano, como si fuese el único que existe. Es más, ese asunto anexo es objeto de grandes especulaciones de parte de los medios de comunicación y la opinión pública, quedando fuera del análisis, entre otros, el problema central del tráfico de influencias e inclusive otros, como el candente del Fondo Indígena que, hasta la víspera, eran de interés general. Se llega así a la práctica de la maniobra de llevar el asunto al absurdo y, todavía en casos más extremos, orientar el debate a otros aspectos aún menos importantes.
La técnica de llevar los debates hasta el absurdo puede tener, sin embargo, resultados positivos inmediatos, pero no resuelve el fondo del problema, sino solo posterga su aclaración porque, en todo caso, siempre aparece la verdad con consecuencias todavía más graves y que nunca se habrían producido en caso de practicar la verdad y la sinceridad para no ocultar los asuntos de fondo.
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