PSICOLOGÍA

Cómo acompañar a los hijos en la preadolescencia

Yackieline Rodríguez, psicóloga.


La vida se compone por diferentes etapas, que muestran el proceso de crecimiento y desarrollo personal del ser humano, que a lo largo de los años suma experiencias, vivencias y aprendizajes. 

Se conoce como preadolescencia a la etapa previa de la adolescencia,  es el periodo intermedio después de la niñez y que se inicia con la pubertad, la edad varía en cada persona, por lo general entre los 11 y 13 años.

Existen diferentes cambios, como los fisiológicos, que  llegan de a poco y suelen acelerarse a partir de los 10 años para las niñas, y más o menos al año siguiente para los niños,  entre los 11 a 12 años. Estos cambios físicos tienen importantes efectos en su desarrollo, por lo tanto se debe incentivar los deportes. El cuerpo del preadolescente ya no es como el de un niño, aunque tampoco evidencia el grado de desarrollo, que recién se acentuará en la adolescencia. 

Los siguientes cambios son los del pensamiento concreto hacia el lógico-formal. En muchas ocasiones existen ciertas crisis que requieren de una especial atención por parte de los padres, razón por las que es necesario dedicar bastante tiempo para conversar y ver las alternativas de comunicación, ya sea escrita o por las redes sociales.

Es esencial compartir ideas, pensamientos, involucrarse con ellos, hablar sobre sus cosas, con la finalidad de enseñarles a pensar y a razonar, dado que son muy impulsivos en sus expresiones, no reflexionan sobre sus actos y son en muchas situaciones superficiales en sus análisis que hacen de ellos y de las cosas que les rodean.

Tienen buena memoria; hay que valorar debidamente y animar el desarrollo de estas fortalezas, como también sus capacidades intelectuales, por lo tanto hay que compartir junto con ellos historias y anécdotas. Tienen muy buena imaginación y una gran capacidad de comprensión visual, que habrá que encauzar y potenciar con lecturas provechosas.

Respecto al comportamiento, existen contradicciones, por un lado, el preadolescente mantiene conductas infantiles, pero también empieza a evidenciar un deseo de autonomía que se acentuará en los años siguientes. Empieza a marcar una distancia respecto de los padres, para buscar su propia personalidad y manifestar su modo de ser. En muchas situaciones, se observa  rebeldía en la que comienza a poner a prueba las normas que los padres ponen en casa, busca mayor libertad para disfrutar de los planes con los amigos y empiezan a mostrar interés por el sexo contrario.

Mientras que un niño desea compartir mucho tiempo de juegos con sus padres, por el contrario, el preadolescente busca su propio espacio y sus momentos de soledad en casa. Por ejemplo, le gusta encerrarse en su habitación y estar en contacto con sus amigos actualmente a través de las redes sociales.

En los primeros años de la preadolescencia los varones no hacen caso a las mujeres aunque el ambiente les acelera los ritmos y la curiosidad. Entonces será necesario controlar a los más despiertos y sanear el ambiente. En su comportamiento hay “berrinches”, pero no es tan rebelde como aparenta. Teme afrontar las consecuencias de sus actos, se escuda en el grupo, se justifica; si no se le ha educado en la confianza, mentirá con más facilidad por temor al castigo. Él está definiendo su mundo afectivo y espiritual, por ello está muy abierto a todo; las impresiones que reciba le quedarán marcadas para todo el resto de su vida.

Como en toda etapa de crecimiento, la preadolescencia suele incluir ciertos conflictos con los padres y otras figuras de autoridad. Será importante, por lo tanto, que los adultos acompañen al preadolescente mientras refuerzan los valores que desde niños fueron inculcados, esto ayudará en su posterior maduración.

Este periodo de la vida es tan importante como cualquier otro, viven las cosas con mucha intensidad. Por lo tanto la comunicación y educación de los padres es fundamental, ya que deben marcar a sus hijos normas que sean pautas de actuación concretas para que los preadolescentes sepan diferenciar entre lo correcto y lo incorrecto.

Los valores son inculcados desde niños y en cada etapa se va reafirmando. Con esta finalidad los padres deben también ser modelos a imitar y no simplemente autoridades. Deben ser parte de sus hijos, a partir de sus sentimientos y emociones.

Pese a que los hijos desean su propia independencia, debemos estar atentos de todo lo que aprenden y se les enseña, debemos ponernos en lugar de ellos y enseñarles a resolver situaciones complicadas. Es importante saber alegrarse de sus alegrías y ser atentos con aquello que le preocupa; de este modo se logrará captar rápidamente su atención para entablar una comunicación.

Un aspecto característico de esta edad es que los preadolescentes viven para el grupo de amigos, se sienten seguros en ellos y actúan según el grupo. Temen quedarse solos y dependen mucho de los demás; están definiendo su grupo de amigos y buscan por todos los medios posibles ser aceptados en algún grupo con el que se sienten identificados. 

Esto llama la atención ya que existen diferentes grupos que en muchas ocasiones pueden ser crueles con los demás para autoafirmarse, por esta razón hay que hablarles claramente sobre la calidad y el auténtico liderazgo. Eliminar de raíz todo el problema del Bullyng (Actos violentos o intimidatorios constantes sobre una persona, por una o varias personas, con el propósito de agredir, de hacer sentir insegura a la víctima, entre compañeros del colegio, curso ya sean físicos como psicológicos).

Los preadolescentes en muchas ocasiones piensan que aquellos compañeros o amigos que abusan de sus amigos son líderes, esta creencia es totalmente errónea, pues deben ir aprendiendo y conociendo el significado real de un verdadero líder de un grupo, y aprender a ser conscientes del que al tener esas actitudes solo lograría tener problemas serios con su entorno.

Como padres debemos conocer sus inquietudes, compartir momentos cotidianos que les permiten estar juntos. Invitar a su hijo preadolescente a que le ayude a pasear al perro, realizar una caminata corta o larga, cocinar juntos, ver  películas, entre otras actividades que son oportunidades para que disfruten estando juntos. Ya que con estas actividades tiene opciones para que su hijo le comente  sobre lo que le pasa por la mente, aproveche todos los momentos juntos para establecer lazos de comunicación. 

Los ratos especiales nunca se olvidan así que créelos, como el festejo de ocasiones familiares especiales así también las buenas calificaciones escolares o haber ganado un partido de fútbol ayuda a reforzar los lazos familiares.

No olvide de demostrar afecto, hacerlo asegurará que su hijo se sienta seguro y amado. Y usted estará demostrando formas sanas de afecto. Puede que su hijo rechace su abrazo o beso, pero no tiene nada que ver con usted. Simplemente reserve ese tipo de demostración de cariño para los momentos cuando los amigos de su hijo no estén presentes. Y en público, encuentre otras formas de demostrarle que él o ella le importa. Una sonrisa o una expresión de saludo pueden comunicar un mensaje cariñoso y al mismo tiempo respetar los límites físicos. 

Algo muy importante es que demuestre interés por los ideas y pensamientos que son expresados por su hijo, sentimientos y experiencias. Si usted escucha lo que él o ella están diciendo, tendrá un mejor entendimiento de la guía, perspectiva y soporte necesarios. Responda sin emitir juicios, así hará que su hijo se sienta más inclinado a compartir con usted sus sentimientos en tiempos difíciles ya que para los padres lo más importante es la confianza de los hijos.

 
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