Casas-cuevas contemporáneas en Matmata

Una experiencia inusitada puede tenerse cuando se visita Túnez, en el norte de África. Así como ahora ocurre en La Paz cuando llega un turista, la primera oferta que se le formula es realizar una travesía en el teleférico. Alla, en esa lejana y misteriosa tierra, le recomendarán que visite las Casas-Cuevas, donde aún viven seres humanos como si lo estuvieran haciendo en una vivienda urbana cualquiera.

Empero, no es tanto así. En Matmata hay mucho más. Las Casas-Cuevas, abiertas en los montes arcillosos de esa ciudad, así como en una especie de pequeñas ciudades subterraneas, se han excavado decenas de ellas, donde habitan los herederos una antiquísima y célebre tribu llamada Berebere, que en el pasado sobrevivieron en el desierto del Sahara.

La sorpresa es que aquellas casas no son insignificantes, como puede suponerse, al tratarse de gente que proviene de un pasado de atraso e incluso de barbarie. Pues, como sucede con muchas viviendas urbanas, en esos habitáculos se guarda también los restos de una cultura, que como ahora ocurre con las pinturas y las esculturas, en ellas se conservan piezas de su artesanía e hasta podría decirse de su arte.

Esto significa que los seres humanos tienen por sus genes o instintos la capacidad innata de saber apreciar aquello que es hermoso y bello, sin que forzosamente sean obras de arte, cuando se las pone a consideración de los expertos. Su trasfondo, sin embargo, tiene mayores implicaciones. Los atrasos en cuanto a formas de vida pueden ser irrelevantes. Lo significativo es que el espíritu humano, en todo tiempo y circunstancia, tiende a ser trascendente y para exponer esta su cualidad acude a los testimonios que puedan emerger de su creatividad y de sus habilidades manuales.

En el caso que nos ocupa, a Mantmata se identifica a sus viviendas como Casas Trogloditas, como dando a entender que son producto de especies animales de un remoto pasado. Los turistas que las visitan quedan admirados que, a pesar de suponerse que los bereberes son poco menos que salvajes, lo que encuentran son dormitorios adecuados a las estrecheces de sus espacios, pero que son tan confortables como cualquier otra vivienda de gente de condición modesta pero que, en la medida de sus posibilidades, cuentan con el arreglo indispensable para ser un recinto habitable. Aparte, cuentan con sus pequeñas dependencias, como en cualquier habitáculo urbano con sus limitaciones del caso.

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