Wilson Lermanda Delgado
Cuando hablamos de espacio fronterizo, debemos considerar en primer lugar, bajo qué acepción utilizamos el concepto. Por un lado, se encuentra la perspectiva de la frontera como una delimitación jurídico-política, la cual hace alusión al límite como un marco territorial circunscrito al Estado-Nación. Por otro lado, podemos ver el espacio fronterizo como una dimensión cultural que se ha construido socialmente. Bajo los parámetros de la primera definición, es que han trabajado los aparatos diplomáticos de Chile y Bolivia, por tanto, se ha convertido en noción bajo la cual se maneja la dirección internacional y territorial de los Estados.
Este año se conmemoran 112 años desde que se celebró el Tratado de Paz y Amistad, entre Chile y Bolivia, por el cual se fijaron los límites político-administrativos entre ambos países. De ahí en adelante, el Siglo XX estuvo marcado por una perspectiva diplomática que se pretendió integrar desde la diferencia. En los últimos años la relación se ha vuelto álgida, principalmente por la demanda boliviana ante el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya. Esto solamente nos da muestra de que tanto Chile como también Bolivia, han trabajado sus temas fronterizos bajo la primera acepción que mencionamos.
Dos breves ejemplos sobre la acción diplomática que se lleva a cabo hoy en día. Hace pocos días el Estado Plurinacional de Bolivia organizó su tradicional conmemoración reivindicativa de su mediterraneidad, conocida como el Día del Mar, en la cual como es costumbre, se hace público el nacionalismo boliviano, construido en parte por la cuestión mediterránea, donde la voz de la oficialidad culpa al Estado de Chile de todos los males y penurias que sufre el pueblo boliviano debido a su enclaustramiento. Por otra parte, Chile responde con la postura oficial, que recalca el respeto irrestricto de los tratados y del derecho internacional. Este año fue el turno de un video presentado por el Ministerio de Relaciones Exteriores en el cual, inmigrantes y descendientes de bolivianos daban testimonio de las bondades del país costero, diciendo públicamente que su progreso personal y material se debía a la política de integración que está llevando a cabo el Estado de Chile.
Aquí es donde nos detenemos. Hasta qué punto podemos hablar de una integración real, si ambos países se encuentran empeñados en hacer valer su posición dentro del Sistema Internacional, recurriendo como es costumbre, al concepto de frontera jurídico-política. Es en este momento donde se propone desde la actividad historiográfica, analizar el espacio fronterizo como una dimensión cultural, en la cual los elementos comunes de las sociedades de frontera nos pueden dar luces sobre una perspectiva futura en la relación chileno-boliviana, como también de los procesos integradores que pretenda seguir América Latina en el Siglo XXI.
Al hablar de frontera en términos político-jurídico, se considera la perspectiva del yo, frente a otro, en donde las diferencias marcan los fenómenos sociales que construyen la identidad de ambos pueblos. Por otro lado, la idea del espacio transfronterizo nos permite ver la territorialidad como una construcción social, en la cual se puede generar una convivencia sana y respetuosa de grupos y pueblos identificados con distintas banderas.
En este sentido, cuando en la actualidad se habla sobre los procesos de integración de los estados, debemos considerar los espacios comunes que poseen sus propias lógicas desde antes que se desarrollara el concepto de Estado-Nación en América Latina y dentro de ese marco, generar políticas públicas apropiadas para que la integración tanto política, económica y cultural sea exitosa y no se quede solamente en acuerdos económicos que negocian ciertos aranceles, actos conmemorativos de reivindicación o posturas sacras sobre los tratados y el derecho internacional.
Sin una verdadera integración, será muy complejo que América Latina pueda despegar como un bloque económico poderoso en el Sistema Internacional, y seguirá teniendo una integración a medias, en la cual cada país hablará de buena vecindad, pero con la vista puesta en los marcos de su propio territorio.
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