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Reseña. Contra los cálculos de las autoridades, el bullicio alrededor del romance escondido del presidente Morales con la joven Gabriela Zapata Montaño solo aumenta y el caso mantiene al país en vilo mientras empieza a rugir como viento de invierno en el exterior. El caso se convierte en un agujero negro que traga y opaca todo lo que ocurre a su alrededor.
Sucumben ante el ímpetu del affaire las conmemoraciones nacionales. Hasta la visita del presidente al Silala tiene vida efímera en el mundo informativo, pues no consigue competir en atención con el “Caso Zapata”. Aun desde la cárcel de máxima seguridad en Miraflores, la joven consigue dejar sin luz a todos los demás acontecimientos y el gobierno parece moverse solo al compás de la melodía del romance que ha atrapado al país vía una revelación periodística que lo mantiene estupefacto.
Una carta que la joven dirige al Ministro Ramón Quintana explota en las “redes sociales”, que agotan hasta la última molécula el morbo que evoca la forma familiar e íntima con que la joven, en una carta desde su prisión, lo llama “Mi rey”. La expresión dispara un torrente especulativo sobre cuándo se habría desarrollado el supuesto vínculo Quintana-Zapata. La divulgación de “chats” atribuidos a los dos personajes se traduce en una lluvia de “memes” ridiculizando la situación. El Ministro sale a la palestra y ofrece una declaración en la que niega cualquier vínculo en tiempo o espacio con la joven, que despachaba en el edificio de su ministerio, en oficinas que habrían correspondido a una Primera Dama, situación que no se da porque el presidente no es casado.
El recorrido impetuoso de la información de los últimos días no cambia de curso. La presencia en Bolivia del nuevo presidente de la FIFA que juega un partido con el presidente Morales y anuncia que el país será sede de un torneo juvenil mundial, es flor noticiosa solo un día. En la jornada es uno de los titulares de primera página, todos subsidiarios del tema mayor que está en la cabeza de los bolivianos, ahora con una audiencia mayor, pues la cadena televisiva CNNE se ocupa del asunto. El culebrón ya alcanza dimensión internacional. Raras veces Bolivia ha ocupado tanta atención en los medios informativos de otras latitudes.
Enjambres de periodistas, fotógrafos y camarógrafos convergen frente a abogados de las partes con papel en la trama. El ministro Quintana afirma que contratará a profesionales de la ley para ayudarlo a nadar en el torrente. Hay incredulidad cuando anuncia que el paso será un quebranto para su economía.
La joven madre reclama que las autoridades le concedan 15 minutos ante la prensa para revelar hechos que confirmarían el segmento de su historia con el Ministro. Anunciado así, ese cuarto de hora promete convertirse en el de mayor ranking noticioso de los últimos años.
Las preguntas básicas de la trama aún están sin respuesta. No se ha determinado dónde está Ernesto Fidel Morales Zapata, el niño que a fines de este mes cumpliría nueve años. Hay autoridades que insisten en que el niño murió y eso redobla alarmas entre los defensores del menor. También está pendiente de confirmación más allá de toda duda la edad de la mamá cuando lo concibió. El tema ocasiona todo tipo de maledicencias.
Los últimos capítulos se muestran repetitivos, pero todo mundo parece estar de acuerdo en que los dados aún ruedan sobre la mesa y que pueden ocurrir nuevas sorpresas. Es como estar ante una olla a presión cuyo eventual estallido puede generar accidentes peligrosos si no se la descomprime. La clave es cómo.
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