La noticia de perfil
Desde que nuestros actuales gobernantes nos hipotecaron a la China por cien años y más, Macacha y yo tratamos de adquirir algunos rasgos físicos y espirituales de los habitantes de ese país asiático que consiguió convertir en millonarios a los comunistas, operación que nos maravilló y conmovió dentro de nuestra simpleza.
Mi comadritay cochabambina me explicó que en la fonética de los chinos no existe la “r” y que esta letra ha sido sustituida por la “l” transformando la guitarra en “guitala”, el amor en “el amol” y el hierro en “hielo”.
La perspicacia de la periodista cochabambina saltó inmediatamente y me dijo: Comuniquemos inmediatamente a nuestros amigos cruceños que los chinos llaman al hierro “hielo” y no vaya a ser que fabriquen hielo en el Mutún, destruyendo nuestro sueño boliviano de contar pronto con una industria siderúrgica.
Contagiado del “boom” chino dije a mi discípula periodística “tiene usted lazón, comadle.”
A continuación, la cholita utilizando un lápiz que antes usaba para pintarse las cejas lo aplicó a mis ojos para alargarlos y hacerlos más oblicuos y así mostrarme como un chino más entre los millares de chinos que hoy ocupan nuestro país; a continuación, Macacha alargó sus “chascañawis” para reaparecer en Quillacollo como una china más, que transformará nuestro Estado Plulinacional, folklólico y chino.
Como una contribución nuestra para percibir créditos más blandos y plazos más largos, créditos que tendrán que pagar los hijos de nuestros bisnietos, mi discípula peliodística se puso más alegle y me preguntó si yo sabía cantal alguna canción en chino, lecoldando ese bailecito tan popular de “nalanjitay pinta pintitay”, caímos en cuenta de que las nalanjas no son frutos exclusivos de los Yungas paceños, pues también escuchamos hablar alguna vez de “las naranjas de la China”.
Sin embargo, mi memoria elefantiásica me recordó una canción que aprendí cuando era un niño, que la canté para alegrar a la cochalita:
“En un bosque de la China, una china se perdió y como yo andaba perdido nos encontramos los dos. Era de noche y la chinita tenía miedo, miedo tenía de andar solita, anduvo un poco y se sentó. Junto a la china, junto a la china me senté yo. Y yo que sí y ella que no, hasta que al rato, hasta que al rato, los dos fuimos juntitos, juntitos fuimos de una opinión…”.
La chinita de Quillacollo celebró la canción que yo aprendí cuando era un niño y reafirmamos nuestro propósito de parecer cada día más chinos para tener mañana más sabiduría y dinero que todas las empresas inversionistas chinas en Bolivia.
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