Crecimiento, modelo económico y endeudamiento

Ante los vacíos de información y gran discrecionalidad del poder Ejecutivo, evaluar su factibilidad, rendimiento, mercado, precio de venta y sobre todo costos de operación, es un ejercicio reservado para los burócratas que juegan con dinero ajeno.

En contraste a la lógica del burócrata dentro de un régimen estatista está la lógica del mercado. En vez de leyes que supuestamente evitan el enriquecimiento ilícito, mal manejo de recursos del Estado y otras marañas que se aplican según convenga, cuando la inversión es por parte de la sociedad civil, la vara con la que se mide la inversión son los resultados. Por grande la experiencia del ciudadano que invierte su dinero, las empresas a veces quiebran. A su vez, en una economía de mercado competitivo se debe regular a los monopolios u oligopolios. Pero cuando el monopolio es una estrategia del Estado, es tanto más complejo establecer pesos y contrapesos, por lo que en el estatismo no existe transparencia, a pesar de crear un Ministerio que lleve ese nombre.

En consecuencia, como el modelo económico actual no admite el protagonismo de la inversión extranjera directa, y la economía privada interna solo está para apoyar las iniciativas públicas (ambas limitadas por la inseguridad jurídica), el modelo económico no tiene otro camino que recurrir al endeudamiento externo.

Para ello, el gobierno sigue argumentando que el país todavía cuenta con una capacidad de endeudamiento muy grande. En este sentido, no solo falta trasparencia, sino honestidad intelectual. Los datos oficiales establecen la relación PIB/Endeudamiento Externo en 38%. No obstante, el cálculo del PIB se basa en precios, no en producción y, cuando sumamos a la deuda los créditos chinos, la verdadera relación PIB/Endeudamiento Externo se acerca más al 80%, dando lugar a un margen muy limitado para nuevos endeudamientos.

El plazo y el costo del endeudamiento actual tampoco preocupan al modelo económico, porque sus consecuencias aún no se hacen sentir. En los años 70 y 80 vimos a diferentes dictaduras militares vivir del endeudamiento. Cuando dejaron el gobierno en ruinas y vino una crisis global, el costo de la deuda externa se elevó a un nivel que la hizo impagable. En la década de 1980 nuestro país cayó en mora, con consecuencias económicas muy desfavorables, como ser condicionamientos y amenazas de embargo. Al igual que el borracho que jura no beber nunca más, ahora seguimos empinando la botella.

En cuanto al modelo económico se refiere, en vez de un proceso de cambio, tenemos un proceso de retroceso a los errores del pasado. Con una bonanza de más de 100 mil millones de dólares el modelo no ha logrado superar los problemas estructurales de la economía nacional, en un contexto cada vez más competitivo. Además de la deuda externa, el modelo económico se afinca en la producción y exportación del gas, bajo la falsa premisa que su precio jamás bajaría, o que el ser humano dependerá de hidrocarburos hasta el fin de la civilización. Por el contrario, los precios del petróleo se han contraído, la civilización busca fuentes renovables de energía y el oro negro tiene sus días contados.

En nuestro continente soplan vientos de cambio. El modelo económico en Cuba recibió con brazos abiertos al representante de la mayor economía del planeta. Y en Argentina se vislumbra un nuevo liderazgo continental. Temo que el modelo económico boliviano, con una deuda cada vez más grande y precios para el gas todavía bajos, no logrará reproducirse, por lo que sus días también están contados.

El Ing. Com. Flavio Machicado Saravia es Miembro de Número de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas.