Es lamentablemente decirlo, pero se continúa como desde la creación de la Republica, hasta ahora todo ha fracasado, no porque seamos pobres sino porque, de una u otra forma, el hombre ha fallado.
Pero esta falla no es consecuencia de la calidad del hombre boliviano, sino de que quienes han accedido al poder, de manera casual o coyuntural, sin tener en mente ni esbozo del proyecto que es necesario que desarrollemos como Nación.
Esta falta del proyecto nacional es atribuible también a que nunca hemos podido definir con certeza qué es el boliviano. En 1910 Franz Tamayo se preguntaba qué queríamos hacer de nuestra niñez y juventud, si atenienses o espartanos, en una comparación de lo que fueron los griegos. No porque se trata de ser intelectuales o guerreros, sino porque más fácilmente se presta a una tipología del ser.
Por esto no es raro que los partidos políticos en Bolivia hayan buscado sus bases ideológicas en el exterior, sin desarrollar una ideología propia, nacional, que nos tipificara y nos autenticara.
A estas alturas de la historia, el ser nacional se halla culminando su formación. Este ser nacional por el agotamiento de las ideologías foráneas ha buscado intuitivamente una tipología que es necesario esclarecer y desentrañar del fondo mismo de nuestra historia y es una tarea que los sociólogos han olvidado. Pero no solo ellos, sino también los psicólogos han sido formados en escuelas extrañas a nuestra realidad y a nuestro entorno, que tiene una gravitación fundamental, sin que ello quiera decir que, como se repite muy a menudo, no somos Nación, aludiendo a la definición tradicional del término y sin atender la evolución que las sociedades han sufrido a través del tiempo.
Un proyecto nacional no es una objetivación detallada y menuda de programas, sino un intento por percibir nuestra realidad para adecuarnos a ella, emerger como un todo humano que debe avanzar en el concierto de las naciones.
Es necesario hacer conocer públicamente un proyecto nacional concebido por bolivianos, como ejemplo de seriedad política, sin protagonismo mediático, al contrario de cómo vienen exponiendo su actividad los diferentes partidos políticos o grupos políticos oportunistas que respaldan al actual Gobierno, que desde hace más diez años están en la repartija de la burocracia del Estado y han conducido al Gobierno al reparto de cargos, incrementando la burocracia y sumiéndola más en el lodo de la corrupción.
Lamentamos que se hayan apoderado del Gobierno grupos o elementos sin principios, de conocida procedencia, sin ética ni moral, que se atribuyen la propiedad política del MAS; se han constituido en grupos radicales que se encuentran al servicio de personajes calificados de palaciegos, que tienen fuerte influencia, especialmente en entidades de la administración pública.
Parece que se ha desvirtuado totalmente el Gobierno y se olvidó los valores políticos con los cuales fue fundado el MAS, que estuvo basado en los programas y principios de FSB, como señalan documentos de la entonces Corte Nacional Electoral.
Históricamente está demostrado que el poder corrompe, como sucede con el gobierno de Dilma Rousseff, compañera de partido de Lula da Silva. Y se podría señalar muchos casos a lo largo de la historia política del mundo, donde se han presentado incluso gobiernos que han pretendido ser absolutos, aspiración que ha fracasado porque afecta esencialmente al Derecho Político, que es un Derecho Constitucional. En el ejercicio del poder de una u otra forma se han corrompido todos ellos.
Oscar Únzaga de la Vega decía a sus seguidores: “El camino moral es el más largo, pero el más firme, sus éxitos son menos brillantes, pero más duraderos”.
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