Hay fechas que exceden las limitaciones del calendario del tiempo para recordar un acontecimiento. Únicamente hay que celebrarlas con emoción. EL DIARIO cumple hoy 112 años de vida y continúa con la misma vitalidad y compromiso como en su primer día.
En muchos sentidos, es como un prodigio que se encuentre tan lozano y dispuesto a seguir perdurando, con los mismos ímpetus y anhelos que le imprimió su fundador, don José Carrasco Torrico, en su tiempo un abogado de la mejor estirpe profesional de la historia boliviana.
El escritor español, Manuel Vicent, acaba de expresar en su columna periodística de El País que a la edad avanzada no se cumple ya años, porque son indiferentes. Que solo hay que cumplir estados de ánimo. Apuntó también que si lo más dulce se guarda para el final, puede suceder lo mismo en el postre de la vida.
Estas expresiones de sabiduría muy bien pueden aplicarse a este aniversario de EL DIARIO. En efecto, lo que hace y siente en este día el Decano de la Prensa Nacional es que sigue disponiendo de un buen estado de ánimo. Más todavía, que está dispuesto a seguir celebrando muchos años más con la misma disposición. Y algo adicional, quizás. De externalizarse de la temporalidad y guardar sus reservas vitales intactas, tanto como la hiciera aquel 5 de abril de 1904.
Podría decirse ¿Y por qué tanta pretensión? La respuesta es simple y sincera. EL DIARIO está dispuesto a seguir sirviendo a sus lectores con la misma lealtad y respeto de siempre. Para ello, solo pone en práctica su indeclinable voluntad de ser un medio de comunicación sin ataduras ni prejuicios. Es decir, con libertad, independencia y apego indeclinable a la pluralidad democrática que profesa.
La devoción a sus lectores se traduce en la entrega de información y opinión con la mayor pulcritud posible, en el tiempo oportuno y esmerándose en los atractivos de sus contenidos, de sus diferentes espacios de publicidad y de su presentación en cuanto a técnicas de periodismo se refiere.
La existencia humana y empresarial no está exenta de dificultades e incluso de vicisitudes. EL DIARIO las ha tenido, pero supo batallar y superarlas airosamente, en consonancia con el ideario de su creador y de la tradición acumulada en tantos años de servicio al país y a la colectividad nacional.
Periódicamente los tiempos cambian, este órgano estuvo siempre armado de consistencia y vitalidad para adaptarse a cada uno de ellos y, dada la experiencia que acumuló en este sentido, en el futuro las pondrá a prueba cuantas veces le sean planteados nuevos retos.
Así entiende que dará permanencia al compromiso de servicio que asumió desde sus días primigenios. Sus lectores y avisadores deben tener la certeza de fidelidad hacia ellos, desde sus altos mandos ejecutivos hasta el último de sus operadores.
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