La integración continental, con fines de construir un mundo mejor, inspirada, particularmente, en la confianza y la amistad, es el supremo objetivo de la hora presente.
“La unión no nos vendrá por prodigios divinos sino por efectos sensibles y bien dirigidos. Cuando los sucesos no están asegurados, cuando el Estado es débil y cuando las empresas son remotas, todos los hombres vacilan, las opiniones se dividen, las pasiones se agitan y los enemigos las animan para triunfar por este fácil medio”, señaló Simón Bolívar, en su carta de Jamaica, dirigida a Henry Cullen, en fecha 6 de septiembre de 1875.
He ahí las palabras del Libertador que exigen unidad americana, que hoy se traduce por integración continental. De verás que ésta “no nos vendrá por prodigios divinos”, sino, fundamentalmente, por la voluntad política que tengan a bien ratificar, para ese efecto, todos los integrantes de la región.
Entonces estaremos en condiciones de dar pasos decisivos hacia las metas de mejores días.
Por consiguiente se impone la necesidad de una integración que nos permita solucionar los problemas comunes. Una que nos permita avizorar el futuro con optimismo y esperanza. Que nos permita, pues, movilizarnos, en acción conjunta, con dirección al progreso, que tanto anhelamos, en uno de los avances más significativos del Siglo XXI.
De forma aislada, es decir individual, los países de nuestro continente no podrán acceder al histórico propósito de desarrollo. Los esfuerzos dispersos jamás contribuirán a plasmar el sueño de integración, por el bien común, que tanto anheló el Libertador de origen venezolano.
En este contexto deben abrirse, sin titubeos ni temores, a los cuatro puntos cardinales, del globo terráqueo, en la búsqueda de relaciones de tipo bilateral o multilateral, que tarde o temprano dará los frutos favorables.
Pero lo fundamental e imperioso para ello es crear un clima de paz, de entendimiento y tolerancia, saldando, inclusive, deudas históricas, que, en ciertas circunstancias, pusieron la carne de gallina a gobernantes y gobernados, en este sector de Sudamérica.
Que se lo haga en consulta con los intereses nacionales, más allá de los intereses ideológicos. En el marco de las perspectivas que nos ofrece el Siglo XXI. Es decir con amplitud y pluralismo político.
Solo con el esfuerzo de unos y otros se echará a la borda las barreras de incomprensión que marcaron odiosas diferencias, deteriorando, indudablemente, los intentos de fortalecimiento en las relaciones internacionales, desde hace mucho tiempo.
Pensando en una integración política, económica y social, se suscribió, hoy como ayer, acuerdos y convenios, en diferentes épocas de la historia. Se promovió, asimismo, en esa dirección, el encuentro de dignatarios de Estado de países grandes, medianos y pequeños, con o sin salida al mar Pacífico.
En suma: lo bueno es que la integración continental nos traerá grandes beneficios con miras al futuro.
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