La noticia de perfil
De acuerdo con la información cotidiana que recibo de mi reportera acreditada en el Palacio Real de la plaza Murillo, todo lo que se dice en el vecino Palacio Legislativo se sabe inmediatamente en la Casa de Gobierno y todo lo que se dice en ésta resuena como un eco en la sede del Poder Legislativo. Conclusión: No se trata de dos poderes distintos, sino de uno solo, donde el “que mon man y cartuchera al cañón”, como dijo el inolvidable Mariano Melgarejo, de feliz memoria.
El preámbulo anterior viene a cuento del bullado asunto de la urgente necesidad de convocar a la designación del Defensor del Pueblo, importante autoridad que tienen muchos países, llamada a defender al ciudadano común cuando éste es atropellado en sus derechos por autoridades u organismos gubernamentales.
El inusitado afán de nuestros legisladores oficialistas por asignarme un Defensor llamó la atención de mi colaboradora periodística, quien a la vez ejerce su papel de pariente espiritual, pues mi comadritay es mi benefactora financiera en mis momentos de escasez fiduciaria.
Fue ella la primera en inquietarse al saber que el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo utilizaban sus mejores esfuerzos para encontrar un Defensor del Pueblo que me defendiera de los abusos del Poder, lo cual le pareció un cuento chino en estos tiempos de grandes amoríos con el gigante asiático.
Fue Macacha la primera en sospechar de ese afán inusitado de elegir rápidamente a un Defensor del Pueblo que pudiera defenderme de los atropellos de malos gobernantes y encaramándose en su trinchera imaginaria dijo a los senadores, diputados y al vicepresidente García Linera: “¡¡¡No me defiendas, compadre, te lo digo yo que soy su comadre!!!”.
Ante la actitud heroica de la cholita cochabambina nacida en Quillacollo no me quedó otro remedio que unir mi noble rugido a su voz cantarina para decir a los mencionados parlamentarios que de antemano no creemos en el Defensor del Pueblo que ellos pudieran elegir, porque éste o ésta será alguien de sus propias organizaciones sociales. Además yo tengo mi defensora propia que se llama Macacha viuda de Racacha, con quien gritamos a dúo con voces que llegarán hasta la plaza Murillo: “¡No me defiendas, compadre!”.
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