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El vecindario está convulsionado precisamente por aquello que los bolivarianos pensaron poder revertir con facilidad: la naturaleza humana. Mucho se discute sobre si dicha “naturaleza” es una construcción social, una impresión que acuña la cultura o si obedece a los instintos básicos de supervivencia. Cuando de sobrevivir políticamente se trata, el dinero es más que un lujo o un seguro de jubilación; es un imperativo. Es por ello que los políticos deben muchas veces vender su alma al “Almighty Dollar”, el supuesto origen de todo mal.
En Argentina ha caído el palo más blanco del Kirshnerismo, Lázaro Báez, quien es acusado de lavado de activos. Con una fortuna amasada con el Tesoro argentino y en aparente complicidad con los herederos del peronismo, nuestro vecino del sur empieza a temblar por las posibles repercusiones que conlleva el que se pueda llegar a defenestrar judicialmente a la líder de una mitad de Argentina, que apuestan más a lo que dice, que lo que hizo. Y lo que la política K logró al final de cuentas fue llevar a su país al borde del abismo, con políticas fiscales que desencadenaron una inflación y un déficit que puso en peligro la economía. Ahora que llegaron las facturas, desde la comodidad de la oposición los responsables del descalabro levantan su dedo acusatorio a un nuevo gobierno que aún no cumple 200 días en el poder, pero que supuestamente es el culpable de una situación económica que agobia a los argentinos. No obstante, desde una justicia contaminada queda la esperanza que exista un resabio de institucionalidad y que se llegue al fondo de las fortunas acumuladas por Néstor (QEPD), Cristina y Lázaro, que para salir del embrollo tendrá que resucitar a más de un muerto.
En el vecino oriental las cosas no van mucho mejor. Con unos juegos olímpicos que ya son sufridos, tanto por el costo, el atraso y la amenaza del zica, Brasil sufre. En las eliminatorias a Rusia no les va muy bien y en la política les va peor, con su presidenta Dilma Rousseff a punto de ser “renunciada” (impeachment). El cuadro lo completa la economía, con una recesión que empieza a esfumar las reivindicaciones sociales, que se van tan rápidamente como llegan las golondrinas en primavera.
Hablando de futbol, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva recientemente declaró durante una entrevista con corresponsales extranjeros en Sao Paulo: “Con Néstor Kirchner y Hugo Chávez estábamos alineados como Luis Suárez, Messi y Neymar en el Barcelona”. Desde el escándalo de corrupción de Petrobras, Lula ha pasado de ser una estrella a ser un hombre buscado por la justicia y rechazado por la población.
Debido a su pertinencia y elocuencia en el caso de Brasil, me permito reproducir a continuación parte del artículo de Ramiro Pellet Lastra, publicado el domingo 3 de abril en el periódico La Nación:
Algunos países quedaron en primera fila para recibir el cachetazo de la recesión brasileña. Es el caso evidente de la Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia, que destinan entre un quinto y un tercio de sus exportaciones al enorme mercado de la novena economía del mundo. Pero en mayor o menor medida la situación reverbera en el resto del continente. “La crisis de Brasil golpea a toda la región. Las crisis por renuncias o salidas de presidentes en Honduras (2009) y en Paraguay (2012) afectaron mucho menos. Brasil es el país más grande de la región. Si Brasil anda mal, toda la región se contagia. Me temo que lo que pasa en Brasil anticipa malos años para el resto”, dijo a La Nación el politólogo chileno Patricio Navia, de la Universidad de Nueva York.
El traspié del gobierno de Dilma también pone en tela de juicio el prestigio que el Partido de los Trabajadores (PT) se ganó con sus políticas sociales. La persistente recesión y el doblete de escándalos del mensalão-petrolão, el primero con Lula y el segundo con Dilma, mostraron la cara sombría y sucia de un poder que, en algún momento, extravió el camino. “El PT era el referente del gobierno de izquierda exitoso. Lula era el líder de izquierda más admirado de la región. José Mujica es más popular, pero Uruguay es un país pequeño con problemas pequeños. La caída del PT deja a la izquierda sin un referente democrático de izquierda al que seguir”, dijo Navia. “Pero la derecha tampoco tiene referentes. Mauricio Macri debe demostrar que es capaz de sacar a la Argentina de la crisis antes de ser alternativa para la derecha moderada”.
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