II
Para el historiador y sociólogo brasileño Marco Antonio Villa, lo del Partido de los Trabajadores (PT) fue poco más que pirotecnia. Más que derecha o izquierda, una fama exagerada. “La masiva propaganda dio un falso retrato de Brasil, y principalmente de su líder, Lula. Hoy Lula es el líder más rechazado en las encuestas. Cayó la máscara. Este encuentro con la realidad desnudó la dominación del PT, una especie de 1984 tropical”, disparó Villa.
Declive del comercio regional, derrumbe de referentes políticos, la caída de los dioses brasileños ventiló un tercer fenómeno: el giro en la escena diplomática. No se trata, esta vez, de un cambio negativo. El gobierno brasileño ya no tiene ánimos, ni está en condiciones políticas ni morales de echar su peso, por ejemplo, a favor del chavismo en Venezuela. Como Lula con Chávez, Dilma ejerció una defensa cerrada del gobierno de Nicolás Maduro. Los unía la retórica de la lucha social y la exaltación de los pobres, por no hablar de ciertas cosas. Por ejemplo, de los millonarios negocios de las empresas brasileñas de la construcción en Venezuela, según resaltó a La Nación el economista venezolano Orlando Ochoa. Estas compañías resultan ser, por casualidad, las mismas que están hundidas hasta el cuello en el intrincado esquema de corrupción de Petrobras.
“El cambio más importante en términos diplomáticos ya ocurrió, y fue en 2015, cuando Dilma decidió alinear la política exterior con la política comercial”, dijo Thomaz Favaro, analista para Brasil de la consultora de riesgo Control Risks. Movida por los números en rojo, Dilma salió el año pasado en busca de nuevos acuerdos e inversiones con Estados Unidos y México, con quienes relanzó unas relaciones algo frías y apagadas. Del otro lado de la mesa quedaba Venezuela, un aliado más bien impresentable. A la hora de buscar trabajo, hoy en día el chavismo no es una buena referencia para nadie en el mercado laboral.
“El gobierno de Dilma ha sido bastante más cauteloso en su apoyo a Maduro en los últimos dos años; el deterioro de la situación política y económica en Caracas aumentó el costo político para Dilma de mantener ese apoyo”, dijo Favaro. Sin el grandote del barrio como sostén y valedor, Venezuela verá difícil continuar libre de costos con los excesos y atropellos de su política populista doméstica a la vista de la región. “Pero el problema es mayor, concluyó Patricio Navia sobre las lecciones que deja el caso brasileño. El modelo de desarrollo de la región está en crisis. Se acabó el boom de las exportaciones y ahora ya no se puede confiar en que se derrotará la pobreza y consolidará la clase media sólo con un modelo exportador. Hay que buscar alternativas”.
Al artículo de Ramiro Pellet Lastra tan solo le agregaría que el modelo de desarrollo debe contemplar una realidad: que el sistema debe ser gobernado por leyes, no por mujeres ni hombres, por grande que sea su idealismo. Manejar el poder político conlleva saber controlar el instinto de supervivencia; porque cuando la muerte civil o política acecha, la tentación es derrochar o robar el Tesoro que pertenece al pueblo, no al caudillo o partido político de turno.
El Ing. Com. Flavio Machicado Saravia es Miembro de Número de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas.
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