Bendita locura

Gonzalo López Menéndez

La sinestesia afecta a cerca del 14% de la población, según distintos estudios. Personas que al escuchar letras o números ven colores, que al oír una palabra son capaces de saborearla o que con sólo un aroma pueden ver su infancia pasar por delante de sus ojos.

Podrían preguntarse “¿Acaso estoy loco?” o “¿sólo me pasa a mí?”. En otra época, a las personas que lo “padecen” se las habría tratado de locas. En la actualidad la sinestesia se asocia a la creatividad, la genialidad o a una portentosa memoria.

Nuestras manías, miedos, rarezas y peculiaridades nos convierten en quienes somos en realidad. Para qué ocultarse si quien está a nuestro lado puede sentirse igual. El comportamiento más extraño o la idea más loca no son propiedad limitada. En ocasiones el miedo a ser diferentes nos aleja de los demás, porque esta vez podríamos ser nosotros los “raros”.

La intimidad crea un clima de alivio y la confianza ayuda a combatir, afrontar y compartir nuestras rarezas, nuestras locuras. Porque desaparecida la vergüenza, las rarezas se desvanecen y se convierten en normales. Lo importante no es tener una parte de locura sino lo que hacemos con ella.

¿Estamos enfermos cuando nos enamoramos? Que el tiempo pase más despacio cuando estamos lejos de quienes queremos, que sintamos pasión al verles o que aumenten los niveles de dopamina podrían ser los síntomas de una enfermedad. Pero son cosas normales, cosas que la mayoría de las personas experimentamos al menos una vez en la vida. Si sólo unos pocos fueran capaces de enamorarse los catalogaríamos como locos.

Tenemos necesidad de saber qué nos pasa. Médicos y psicólogos tienen sus manuales donde ciertas peculiaridades son síntomas y donde tu forma de ser es una enfermedad. En la historia la moral ha decidido qué puede y qué no puede considerarse una enfermedad. Hace apenas 26 años que la homosexualidad dejó de ser catalogada como tal por la Organización Mundial de la Salud.

No hay nada que separe la razón de la locura. Formamos parte de un mundo en el que pasar horas frente al televisor es normal, anteponer la juventud a la sabiduría es normal, dar más valor a un título que a aprender es normal y donde si te detienes a ayudar a una persona mayor eres raro, donde si lees por gusto eres raro y donde si das sin esperar recibir nada a cambio eres raro. Si ser normal significa comportarse como la mayoría puede que estuviesen en lo cierto, pero de ser así bendita locura.

El autor es periodista.

ccs@solidarios.org.es

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