[Armando Mariaca]

Tiempo de unidad y trabajo sin odios ni discordias


Cuando hay desavenencias, diferencias, desarmonías y hasta discordias entre personas y pueblos, causas por las que hay división, se agravan y adquieren contornos que significan nuevos motivos para no encarar soluciones como es debido porque no se trabaja constructiva y pacíficamente y no se crean condiciones de paz y tranquilidad que permitan superar lo malo vivido.

Lamentablemente, muchas son las causas que nos dividen a los bolivianos, causas que bien podríamos superarlas con un mínimo de esfuerzo, con la voluntad precisa para entender que no debemos complotar contra nosotros mismos y que un elemental instinto de conservación nos debe obligar a fortalecer los caminos que nos permitan desarrollo y progreso.

Cuando los pueblos se dividen por discordancias o diferencias que parecen insalvables, es el diálogo constructivo y pacífico el que permite superar los obstáculos; pero, cuando la soberbia, por ambas partes o siquiera por un solo lado, busca imponerse sobre la otra parte no hay solución posible, no hay dificultades que puedan allanarse ni menos se crean condiciones para la unidad.

Muchas veces, según nuestra historia, los bolivianos nos hemos visto enfrentados o en discordia, pero, hemos sobrellevado todo y lo hemos superado porque contamos con las virtudes necesarias como acicateados por la pobreza que nos obliga a no seguir en situaciones donde el sufrimiento adquiera condiciones de gravedad que obliguen a que surjan fuerzas -civiles y militares- que creen, vanamente, que “el civilismo no tiene capacidad para gobernar el país” y cada uno de los que quieren ser intérpretes de la voluntad popular busca los medios para hacerse del poder, un poder que, una vez logrado, utiliza todos los medios para imponerse, para hacer creer que él lo puede todo porque posee las condiciones; pero, casi siempre, ese nuevo poder adquirido por la fuerza de las armas y conculcando libertades, lo único que hace es complicar más toda la cadena de problemas que reducen las posibilidades de conseguir mejor vida para el pueblo.

Hoy, gobernantes y gobernados vivimos como sólo se podría vivir o existir con gobiernos de facto: hay problemas económico-financieros, exigencias de tipo social, desacuerdos entre quienes creen tener la razón como son los gobernantes y quienes, por ser opositores, piensan que todo está mal y que ellos creen tener remedios que, llegado el caso, tampoco podrían aplicar porque todo se habrá complicado y lo que hoy es grave se haría gravísimo incluyendo la pérdida de una vida democrática y la imposición del derecho de la fuerza sobre la fuerza del Derecho que son la Constitución y las leyes.

Gastos dispendiosos, contrataciones sin control y sin convocar a licitaciones de acuerdo con las leyes, pérdida de confianza en sectores que recibieron dineros del Estado para la realización de obras y que no cumplieron porque las garras de la corrupción hincaron seriamente en sus conciencias; lenidad y falta de conciencia de los tribunales de justicia -con grandes excepciones en jueces y personal de apoyo-; crecimiento del narcotráfico que obstaculiza toda acción positiva del gobierno; contrabando de ingreso y salida de algunos medios de subsistencia para la población; contracción de las fuentes productivas de alimentos; encarecimiento de muchos artículos de primera necesidad y que conforman la canasta familiar; anarquía y falta de soluciones a problemas del auto-transporte; dificultades para crear nuevas fuentes de riqueza y que permitan generación de empleo, son algunos de los problemas que es preciso enfrentar.

Frente a todo el cuadro negativo que se presenta ante la colectividad nacional, se deben encarar situaciones como: falta de hacer gestión o administrar positivamente al país por parte del gobierno; mayores índices de inflación y menor crecimiento; creencias en las autoridades de que para resolver problemas de inversión pública y cubrir déficits presupuestarios es preciso endeudarse sin importar que ello implica complicar más la vida del país porque las deudas se cargan en las espaldas del pueblo.

Ante todo ello: es preciso trabajar, producir, cooperar para que el gobierno y la actividad productiva privada encuentren los mejores caminos para las soluciones; entender que sin unidad nada podremos hacer, que sin deponer soberbias y complejos no lograremos entendimiento entre los bolivianos; que es preciso no jugar con la dignidad ni el prestigio del país asumiendo posiciones chauvinistas o patrioteras que a nada bueno conducen y que colocan al país en condición de desconfianza y hasta burla.

Los bolivianos, gobernantes y gobernados, podemos salir de la crisis que no sólo es económica sino de diversos tipos, condiciones y gravedad; podemos superar dificultades si entendemos que todos somos hijos de la misma patria y viendo, además, el ejemplo de otros países, ricos y pobres, que han sabido enfrentar, exitosamente sus problemas para alcanzar desarrollo y progreso con unidad, trabajo, concordia y paz entre todos.

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